La ciudad a los pies de Schneider
Enrique Valer dirige desde Barcelona las filiales de la francesa en España y Portugal
El despacho de Enrique Valer (Madrid, 1957) en la novena planta de un edificio de oficinas del barrio 22@ ofrece unas vistas inéditas. Los ventanales que ocupan dos de las cuatro paredes de la estancia se convierten en un desfile de los símbolos de Barcelona: a la izquierda, el nuevo barrio de Diagonal Mar, al fondo a la derecha, las Torres Olímpicas y, girando la vista y mirando de espaldas al mar, en un primer plano, la Torre Agbar, y detrás, la Sagrada Familia. Valer reconoce que la esquina que ocupa su despacho ofrece la mejor vista del edificio, pero explica que la presencia del mar es un privilegio del que pueden gozar los empleados ubicados a partir de la cuarta planta. 'Las vistas sirven para desconectar, para relajarte, pero normalmente trabajo de espaldas a la ventana', explica.
El responsable de la firma de fabricante de equipos de distribución eléctrica utiliza la mesa del despacho para reunirse 'con los de casa'. Para visitas externas utiliza alguna de las salas de reuniones de la misma planta. 'Mi despacho es como el dormitorio y el baño, que queda para la familia'. Valer es un madrileño que entró en la compañía hace 25 años y que lleva 16 viviendo a caballo entre Madrid y Barcelona. Cuenta que las razones de que la sede de Schneider Electric esté en Barcelona son históricas. La multinacional francesa entró en España en 1979 a través de la compra de Gardy, una compañía con sede en Barcelona, y el hecho de que otras muchas del sector estén en Cataluña ha evitado que se haya cuestionado alguna vez la ubicación de la sede. 'Creo que estamos muy acostumbrados a vivir en un país bicapitalizado', asegura.
Schneider trasladó sus oficinas al edificio actual hace dos años, procedentes de la plaza del Doctor Letamendi. 'Hemos intentado que todos los empleados tengan luz natural y mantener espacios abiertos, algo que en las antiguas instalaciones era imposible'.
'Creo que este es un país en el que estamos todos muy habituados a vivir con dos capitales'
Una jornada laboral normal de Valer empieza entre las ocho y las ocho y cuarto, revisando con su asistenta la agenda y la programación del día. Intenta salir siempre del despacho a la hora de la comida, momento que aprovecha siempre que puede para contactar con clientes y proveedores. Intenta no acabar nunca después de las ocho u ocho y media, y explica que salir los viernes a las dos y media o tres 'es algo sagrado'. De viernes al mediodía a lunes por la mañana, dice practicar 'la desconexión total'. Los viajes ocupan una parte importante de su agenda. 'Entiendo que debo tener conexión y cercanía con los actores que intervienen en la compañía'. El que Valer sea también director de Schneider en Portugal conlleva 'un viaje al mes o cada dos' al país vecino.
Schneider tiene en España una plantilla de 4.800 personas, de las que 500 trabajan en el edificio de diez plantas del barrio de 22@. El equipo con el que mantiene más contacto está formado por 14 directores regionales. 'A parte de encuentros informales y reuniones de equipo, cada quince días mantengo con cada uno de ellos una reunión de una hora u hora y media'.
Dice que lo que más valora en un colaborador es que sea una persona abierta ('yo lo soy'), que sea capaz de apasionarse, y que sepa exponer sus ideas con pasión. 'Valoro que sea gente honesta, íntegra y que sepan primar la acción'. No en vano asegura que está convencido de que las decisiones se deben tomar con prontitud, 'porque así tendrás tiempo de corregirlas, si es necesario'. Pide a sus colaboradores que compartan con él tres ideas básicas: que la empresa es un ser vivo que crece, que lo más importante son los clientes y que lo que hace diferente a una compañía son las personas.
Prefiere las actitudes a las aptitudes, 'porque aunque no hay duda de que se pueden trabajar, nacen de dentro' y considera que en España ha habido un cambio cultural ligado a la evolución de la sociedad. 'Hace 30 años si no tenías un título en la tarjeta no se te abría ninguna puerta, creo que ahora se valora más a las personas por lo que son, ha sido un cambio positivo'.
Un logotipo con rasgos humanos
Pocos objetos personales decoran el despacho de Enrique Valer. 'Tengo alguna foto de la familia, pero todo lo demás que puede considerarse personal tiene que ver con mi trayectoria profesional'. Entre sus objetos preferidos destaca una foto en la que se ve el logotipo de la compañía formado por empleados, tomada en una reunión hace tres meses.Algunas fotos, diplomas y reconocimientos a su carrera profesional reposan encima del mueble que hay en la pared contraria a uno de los ventanales. Encima, llama la atención una foto antigua de los obreros entrando en un edificio de ladrillo visto en 1910, una fábrica ubicada en Valencia y que pertenece a Schneider. 'Esa foto nos remite a los orígenes, esa fábrica todavía funciona, pero ya no se fabrican los mismos productos', cuenta, 'antes fabricábamos porcelana dieléctrica, los aisladores de la alta tensión, y ahora se hacen de cristal'.Sobre la mesa destaca el libro Empresas que sobresalen, de Jim Collins, el título que la firma regaló a sus trabajadores y que trata de cómo una compañía buena puede convertirse en una sobresaliente.