Un espectáculo mediático
En EE UU prima la frase genial sobre el programa.
Cuando en 2004 George W. Bush y John Kerry se disputaron la presidencia, una discoteca del neoyorquino barrio de Chelsea acogió a un considerable grupo de jóvenes que se tomaron la copa siguiendo desde las pantallas gigantes los debates. La sala estaba llena y no era el único local donde partidarios de uno y otro candidato jaleaban las intervenciones.
Los debates son todo un espectáculo mediático y cada vez más popular, aunque estas batallas dialécticas están muy pensadas para la prensa. La clave de estos enfrentamientos es 'tener la mejor frase, la que suene mejor en 10 segundos', afirma Giancarlo Sopo, asesor de la campaña demócrata en Florida. 'Los debates no siempre los ganan los que llevan razón sino los más eficaces a la hora de exponer un argumento que estéticamente suene bien y se traduzca en buena política', explica.
Enviar el mensaje con precisión en este concurso público de oratoria obliga a una perfecta orquestación por parte de los candidatos y, sobre todo, el staff de campaña. No se deja nada al azar.
En EE UU son las televisiones las que solicitan a los candidatos que se presten a los debates. Y son las campañas las que ponen unas condiciones que se negocian durante días o semanas con la cadena y el campo contrario. Detalles como la luz del plató, hasta donde llega la cámara en los primeros planos, si se pueden hacer éstos cuando el oponente conteste, la forma de las preguntas, etc., todo se negocia.
Preparar el debate exige mucho trabajo de trastienda. Al candidato hay que prepararle los gestos, las expresiones faciales, buscarle la mejor corbata o chaqueta. Hay que evitar que mire al reloj, como para su desgracia hizo constantemente George Bush (padre) con Bill Clinton, o el sudor que no pudo evitar Richard Nixon al debatir con John F. Kennedy.
Lo frecuente es que el equipo de la campaña estudie los vídeos del contendiente opositor y busque fallos. Al candidato se le instruye sobre ellos antes de ensayar, a puerta cerrada, con abogados o el personal de campaña tomando el lado contrario.
Buscar la frase genial no es fácil y hay que encontrar la oportunidad de lanzarla. Se trata de una idea que la audiencia entienda y capte de inmediato. Normalmente ha tener una cadencia de sonido, una cierta rima, y preferiblemente debe contener tres elementos que refuerce la contundencia del mensaje. Un ejemplo clásico es una muy contenciosa ideológicamente hablando 'el aborto ha de ser seguro, infrecuente y legal'.
La hora del 'spin doctor'
Tan importante como el debate es la percepción que de éste van a transmitir al día siguiente los periódicos, las televisiones y los comentaristas. Para ello, es crucial la llamada spin room.Se trata de la sala de prensa donde el personal de cada campaña y a veces los políticos asociados a ella, tratan de reconducir, reinterpretar, contextualizar o dar la vuelta al mensaje enviado desde el plató para los medios.La campaña de George W. Bush, llevada por Karl Rove, era muy buena en esto. Bush perdió todos los debates en 2004, sin embargo, su equipo fue muy efectivo y rápido y enviaban sin parar comentarios en hojas de distintos colores, según el tema, a la prensa.En el debate que el jueves enfrentó a los demócratas, Hillary Clinton se despidió dando una sensación de derrota, como si no fuera a luchar si perdía Texas y Ohio. Eso es lo que la prensa vio. Su portavoz, Howard Wolfson, trató de presentar sus palabras como la prueba de por qué 'ella debe ser elegida presidente'. 'Muestran su fortaleza, sus experiencias y su compasión. Tiene experiencia y está preparada'.