Los datos frente a las palabras
Datos frente a palabras. Estos días estamos asistiendo a un debate maniqueo sobre si la economía española puede entrar en crisis o si más bien se trata de una mera desaceleración. Muchos políticos, en plena vorágine electoral, se empeñan en lanzar mensajes para sus electores a base de interpretaciones interesadas de la situación económica. Sin embargo, los datos ponen las cosas en su sitio. Según adelantó ayer el vicepresidente primero, Pedro Solbes, en su comparecencia voluntaria ante el Congreso de los Diputados, la economía ha crecido el cuarto trimestre de 2007 a una tasa interanual del 3,5%. Ciertamente, son tres décimas menos que el trimestre anterior y se confirma una desaceleración a lo largo de todo el año pasado. Pero ese crecimiento nunca puede ser tildado de negativo y, al margen de refriegas políticas, en ningún caso se ha de considerar como alarmante y, mucho menos, calificar la coyuntura de crisis. Ahora bien, tampoco es bueno pecar de optimistas y quitar hierro a un semestre que en lo económico se presenta duro.
Los máximos responsables del BCE, Jean-Claude Trichet, y de la Reserva Federal de EE UU, Ben Bernanke, se apresuraron ayer a poner blanco sobre negro las perspectivas para los próximos meses. En Europa, el problema principal, a tenor de las palabras del francés, es la inflación. Para Trichet, la economía europea sigue manteniendo sus fundamentos sólidos y de momento no parece estar alarmado por problemas en el crecimiento. En cambio, sí lo está por los precios, y su intervención de ayer -tras mantener los tipos inalterados en el 4%- se dirigió hacia este flanco. Por eso, llamó al orden a todos aquellos que desde el ámbito privado o público presionan para que el BCE baje los tipos y les aclaró que no se ha planteado reducir el coste del dinero en los próximos meses. Especialmente, con la inflación de la zona euro en el 3,1% y con perspectivas de que no remita hasta primavera.
Trichet está, no obstante, todavía lejos de saber cuál será el efecto real de la crisis de liquidez sobre la economía a ambas orillas del Atlántico y, por tanto, tendrá que supeditar cualquier decisión futura a ver los vientos que soplan desde la economía estadounidense. Si finalmente la caída llega a convertirse en recesión, la prioridad en Europa puede ser el crecimiento económico y no la inflación. Y de ser así, podría verse obligado a bajar tipos, tal y como vaticinan muchos analistas.
Mientras, sigue pareciendo que las finanzas americanas van a empeorar. Bernanke confirmó ayer lo que es un secreto a voces: la Reserva Federal volverá a bajar los tipos, pues los tres recortes realizados hasta ahora (en total, un punto desde septiembre) no han bastado para que la mayor economía del mundo salga de la atonía. Wall Street celebró con alzas las palabras del responsable de la Reserva Federal, pero, según avanzó el día, la sesión se torno dubitativa. Y es que los nubarrones sobre el crecimiento de EE UU no son buenos para nadie, ni a corto ni a medio plazo.
En España, hoy por hoy, no hay crisis. Y todavía es incierto si la habrá tanto en Europa como, incluso, en EE UU. Es bueno mantenerse alerta, pero por lo pronto de nada sirven los catastrofismos. Ni siquiera, en réditos electorales. Mejor creer en los datos.