Crédit Agricole, un gigante rural que levanta suspicacias
La reciente adquisición del 19,53% de Bankinter por parte del grupo francés Crédit Agricole, así como la petición al Banco de España de autorización para llegar al 30% de su capital, han generado suspicacias en el mundo financiero nacional.
El primero en poner reparos a la operación del gigante galo fue el vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, Pedro Solbes, quien criticó 'una excesiva presencia de capital público' en el accionariado de la entidad.
La Oficina Económica de La Moncloa también manifestó su malestar por la operación, aunque más por no haber sido informada con suficiente antelación, que por el fondo de la misma.
Ahora bien, ¿por qué en una Unión Europea con libertad de movimientos de personas, empresas y capitales provoca inquietud que una entidad francesa tome una participación en un banco mediano español?
La única respuesta posible está en las peculiares características de Crédit Agricole y su pasado, relativamente reciente, de banco público. Aunque comparte origen y características con las cajas rurales españolas, cada cuál ha evolucionado por caminos muy dispares.
Fundado en 1884, durante sus 60 primeros años de existencia, además de estar controlado por el Estado, se limitaba a conceder préstamos para la agricultura. De hecho, hasta 1963 Crédit Agricole no empieza a autofinanciarse y no es hasta tres años más tarde cuando corta el cordón umbilical con los Presupuestos franceses.
En los años 80 se produce la auténtica revolución en el grupo, al configurarse su actual estructura de propiedad. En el centenario de su fundación, una ley de mutualización entrega el 90% del capital a las cooperativas de crédito locales, mientras que el personal mantiene el restante 10%.
Aunque Crédit Agricole ha multiplicado su tamaño varias veces desde entonces -especialmente tras la compra de Crédit Lyonnaise-, y hoy el 45,3% de su capital cotiza en la Bolsa de París, fue en esa época cuando se forjó su identidad.
'Lo sorprendente de ese proceso de mutualización es que, al consolidar los balances de todas las cajas locales, obtuvieron un balance superior, lo que en términos financieros es insólito', explica un directivo con más de 30 años en el sector financiero español.
Como ejemplo, cita a las cajas de ahorros andaluzas, que también cuentan con una entidad financiera creada y controlada por ellas: el Banco Europeo de Finanzas. 'Sin embargo', apunta, 'su balance no es superior a la suma de los balances de todas las cajas'.
Actualmente, las 2.573 cooperativas de crédito locales de Crédit Agricole (en manos de mutualistas y no de administraciones locales o autonómicas, como en el caso de las cajas de ahorros españolas) controlan a las 39 cajas rurales regionales. æpermil;stas detentan, a su vez, el 54,7% del capital del grupo.
La hegemonía de Crédit Agricole en el mercado francés es patente: ocupa la primera posición por volumen de ingresos, por número de oficinas (más de 9.000) y tiene una cuota de mercado del 28% en el ahorro de las familias.
Durante los últimos años, los límites del hexágono galo se le han quedado pequeños y el grupo ha dado el salto internacional.
Además de tomar una participación en Bankinter, Crédit Agricole ha adquirido el cuarto banco de Grecia (Emporiki Bank) y ha empezado su expansión en Italia tras vender el 20% de Banca Intesa.
La entidad también tiene importantes posiciones en Portugal (20% de Banco Espírito Santo), Ucrania, Serbia y Egipto. En total, el grupo galo tiene negocios en más de 70 países.
También está presente en España a través de una de las cajas regionales -la Caisse Régionale de Pyrénées Gascogne- que adquirió hace diez años el banco guipuzcoano Bankoa, que cuenta con 22 oficinas.
El poderío financiero de Crédit Agricole asusta en círculos bancarios españoles. A pesar de que la entidad ha anunciado que no tiene intención de lanzar una opa sobre Bankinter, nadie se fía de sus intenciones.
Jaime Botín, fundador de la entidad y, hasta ahora, primer accionista -con un 16,3% del capital-, reaccionó con firmeza a la petición de Crédit Agricole de permiso para llegar al 30%. El hermano de Emilio Botín aceptó el órdago de la entidad gala, e hizo público su interés por llegar al límite del 30%.
El problema con Crédit Agricole es que sin ser un banco público, nadie sabe a ciencia cierta la capacidad de influencia que tiene el Gobierno galo sobre la entidad.
'En Francia, los tentáculos del Elíseo son muy largos', apunta un veterano banquero español que trabajó en el país vecino. 'No solo alcanzan a Crédit Agricole, también llegan a los bancos privados'.
Durante años, el grupo financiero estuvo controlado directamente por los poderes públicos. Aunque la mutualización privatizó a Crédit Agricole, lo cierto es que la sombra gubernamental se mantuvo. 'La entidad tenía una cuerpo de supervisores muy poderoso, con funciones paralelas a los inspectores del Banco de Francia. Sus miembros solían haber trabajado para el Tesoro, y no era raro que acabaran en puestos directivos', explica esta misma fuente.
Un ejemplo que se cita frecuentemente en círculos financieros es la absorción de Crédit Lyonnaise. 'Había varios grupo bancarios europeos interesados, pero el Gobierno francés optó por entregar 'débit lyonnaise' por su endeble posición financiera a Crédit Agricole', bromea otra fuente.
El gigante rural ha despertado. El grupo financiero hunde sus raíces en la campiña francesa, donde su dominio es absoluto pero su cerebro reside en París. Difícil aventurar hasta qué países le llevarán sus grandes zancadas, pero que hiciera un alto en el camino tras cruzar los Pirineos es más que probable.