La peligrosa obsesión de las escuelas de negocios
Siempre he alabado el trabajo realizado por las escuelas de negocios españolas. Y lo seguiré ensalzando. El posicionamiento y reconocimiento internacional que han alcanzado es indiscutible. Y mucho más si se tiene en cuenta la situación en la que se encuentra la educación de base, a la vista del diagnóstico realizado en el informe PISA 2006, en el que España se sitúa por debajo de la media de la OCDE y de la mayoría de los países europeos en lectura y matemáticas.
Por tanto, que Esade, IESE e Instituto de Empresa se encuentren, según varios rankings, entre las 10 mejores escuelas de negocios de Europa y entre las 30 mejores del mundo es una buena noticia para el mundo empresarial español. Por sus aulas ha pasado la clase ejecutiva y emprendedora de este país, que poco a poco va demostrando su alto nivel y cualificación para comerse el mundo y competir en mercados globales. Además, han convertido a España en un lugar atractivo para que alumnos de otros países nos elijan como destino para completar su formación de posgrado.
Pero también están entrando en un juego peligroso, que me recuerda a alguna conocida que ha pisado el quirófano una vez para realizarse un retoque estético y ha acabado por desfigurar su rostro. Hace años empezaron las primeras clasificaciones de escuelas de negocios, y estaba muy bien aparecer bien situados. Y era motivo de felicitación porque las escuelas habían trabajado duro para conseguirlo.
Con el tiempo, todo esto se ha ido desfigurando y ahora la gran obsesión es aparecer en todos y cada uno de los rankings que se hacen en todo el mundo. Es la gran obsesión. Me consta el disgusto interno que hay cuando una escuela ha perdido alguna posición con respecto al año anterior. Deberían alegrarse de seguir encontrándose entre las de mayor prestigio, y seguir trabajando para que la calidad de su formación y de sus actividades no merme, en vez de hacerlo única y exclusivamente para aparecer bien puntuados.
Han realizado un gran esfuerzo para estar ahí, y deberían seguir haciéndolo para continuar siendo innovadoras, creativas y punteras en la formación de la clase directiva y de los futuros dirigentes, pero lo que es un error es dedicarse sólo a trabajar para los rankings.
Y deberían llevarse mejor entre ellas, sobre todo para seguir manteniendo a España como uno de los países punteros en formación de ejecutivos.