Una apuesta por el sosiego fiscal
La fiscalidad se ha convertido en asunto capital en las confrontaciones electorales, sobre el que los partidos políticos elevan apuestas en busca de la complicidad del elector-contribuyente. El mecanismo ha sido válido mientras los fuertes ingresos fiscales han dado desahogo a las cuentas públicas y el Estado estaba en disposición de liposucciones funcionales razonables. Pero después de transformar la estructura del impuesto personal por excelencia, el IRPF, y poner en manos de las comunidades autónomas la mayoría de los recursos para gestionar las atribuciones estatutarias, parece un impuesto agotado.
Siempre quedará el debate doctrinal sobre la conveniencia de un impuesto con un solo tipo y un esquema endiablado de deducciones y recargos que garanticen la progresividad. Pero el Gobierno ha renunciado ya a él por considerar que la compensación a los perdedores sería difícil de diseñar y más aún de ejecutar. De hecho, el Ministerio de Economía y Hacienda, que aplica este año una rebaja a la imposición personal directa y a la empresarial, con una factura de unos 8.500 millones, considera que ha llegado el momento de no dar ni un solo paso más sin analizar qué tamaño del Estado queremos y con qué instrumentos debe financiarse.
Admite, tal y como reconoció ayer Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda, en el Foro Cinco Días, que hay margen para una rebaja adicional del IRPF, pero siempre que las circunstancias del futuro, en el que no hay que perder de vista los efectos de una desaceleración económica, lo aconsejen. Es una apuesta por el sosiego fiscal que debe calar en una sociedad que cuenta ya con un IRPF maduro y alineado con el resto de Europa en tramos y tipos.
Bajar la presión fiscal siempre es acertado si se trata de desbloquear una situación de parálisis económica. Pero no es el caso. Y bien vendría un repaso al resto de las figuras fiscales antes de dar pasos en rebajas adicionales, al menos si se quieren atender las demandas de la economía, suspensa aún en productividad por un uso deficiente de la tecnología, infraestructuras mejorables y formación del capital humano alejada de los cánones de exigencia de nuestros competidores.