Citi limpia la casa y busca otra mina
A un profano le puede resultar chocante. Citigroup anunció este fin de semana la salida del presidente, Charles Prince, dado que la crisis del mercado hipotecario originó al banco unas pérdidas adicionales de 11.000 millones de dólares. El tono aséptico, digno de manual de electrodoméstico, con el que se confeccionan los comunicados empresariales y la aparente normalidad con la que se manejan estas cifras hacen que, para quien tiene los pies en la tierra, este tipo de informaciones tengan un claro aroma surrealista.
11.000 millones de dólares es mucho dinero. En realidad, es bien difícil perderlos mediante los sistemas habituales de gastar dinero, es decir, pagando salarios y comprando cosas. Al contrario, los esfuerzos de entidades como Citigroup suelen ir dirigidos a recortar este tipo de gastos. Prince no ha sido el primer despedido de este año en Citi; de hecho la entidad anunció el pasado mes de abril el despido de 17.000 personas, el 5% de su plantilla, medida enfocada a ahorrar 2.100 millones de dólares este año. Un ahorro objetivo, cristalino, menos gastos para uno y el paro para el resto.
Los 11.000 millones, si alguien tiene la duda, se han perdido en el mercado. Que no es como perder en el casino, aunque a veces se le parezca. La diferencia es que en cada ronda de la ruleta ganan unos y pierden otros, mientras que en el mercado primero todos ganan y luego pierden.
Citi, como la mayoría de los bancos de inversión, se había sumado con entusiasmo al juego de las subprime. A crear estructuras financieras de modo que se pudiesen colocar en el mercado créditos que antes ni se concedían, embolsándose una jugosa comisión por la creación y la venta de los activos. Entre 2002 y 2006 el volumen emitido de derivados de crédito se multiplicó por 35, hasta los 34,4 billones de dólares. Hasta que se estropea el juguete. Entonces se apuntan las pérdidas, se despide al jefe y se echa el cierre. Y a buscar otra mina.