Merrill Lynch negocia la salida millonaria de su consejero delegado
La crisis 'subprime' arrastra al directivo
Los vientos de la crisis subprime hacen tambalear torres muy altas en Wall Street. Tres de los grandes bancos de inversión tienen contra las cuerdas a sus líderes y ayer estaba previsto que cayera el primero de ellos, Stanley O'Neil, consejero delegado de Merrill Lynch.
A cierre de esta edición, O'Neil, negociaba los términos de su salida de un puesto al que llegó hace seis años para sustituir a David Komansky. Aunque los flecos estaban por anunciar, las primeras informaciones apuntaban a que el ejecutivo dejará su puesto con un cheque de 200 millones de dólares en la cartera.
La dimisión de este consejero delegado de 56 años se viene anticipando desde la semana pasada, cuando el banco anunció unas pérdidas de 2.240 millones de dólares en el tercer trimestre, las peores de su historia de 93 años, y la necesidad de realizar unas provisiones de 8.400 millones de dólares, mucho más de lo que se había estimado pocos días antes. Los analistas creen que el mal subprime no está conjurado y calculan que en el actual trimestre el grupo tendrá que volver a provisionar un par de miles de millones más.
La indemnización por abandonar su puesto podría rozar los 200 millones de dólares
El hecho de que la compañía se haya dejado en Bolsa casi un 30% de su valor este año ha puesto en su contra a unos consejeros que además se han enterado recientemente de que O'Neil ha estado contemplando una fusión con otro banco, Wachovia, sin mencionarles nada. Aunque nueve de los 11 miembros de este consejo son cercanos a O'Neil, parece que la lealtad se acabó el pasado viernes.
Nacido en Alabama y descendiente de esclavos, O'Neil es un hombre de raíces humildes que estudió gracias a las ayudas de la empresa para la que trabajaron tanto él como su padre, General Motors. De la tesorería de la automovilística pasó a Merrill Lynch donde se convirtió en el favorito de Komansky. Buena parte de su trabajo ha consistido en seguir la senda de Goldman Sachs. Es decir, multiplicar el riesgo del propio banco. La estrategia ha funcionado mientras el viento ha soplado de cara y eso le valió a O'Neil el año pasado un bonus de 46 millones de dólares.
Pero la crisis subprime ha sido dura para un banco que apostó por la titulización y la inversión de créditos de riesgo. Buscarle un reemplazo es difícil porque O'Neil ha ido prescindiendo de todos los que habían sido preparados para el cargo por sus predecesores. Laurence Fink, fundador de la firma de inversión BlackRock (el 49% está en manos de Merrill) es el nombre que más suena.
Esta no es la única torre que se agita en Wall Street. Hasta hace menos de una semana todos los rumores giraban en torno a Charles Prince. El consejero delegado de Citigroup está en la cuerda floja por la falta de resultados de una entidad que en manos de su predecesor, Sandford Weill, se convirtió en la mayor del mundo, mientras que ahora no deja de perder brillo.
El tercero con problemas James Cayne, de Bear Stearns, quien tiene en su haber una caída de más del 28% del valor en Bolsa y ha visto como se desplomaban en junio dos de sus hedge funds.