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Tribuna
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Una banca para los pobres

Las microfinanzas son un campo de actividad relativamente nuevo que han merecido la atención del mundo desarrollado desde que Muhammad Yunus ganó el Premio Nobel de la Paz en el 2006 por su contribución a un producto básico entre los servicios financieros para los pobres.

Fue en la década de los setenta cuando Yunus decidió prestar el equivalente a 27 dólares de su propio bolsillo a un grupo de mujeres de Bangladesh, que se dedicaban a la fabricación de muebles de madera de bambú. En la actualidad el banco Grameen, conocido como el banco de los pobres, presta dinero en forma de microcréditos a seis millones de bangladesíes, en su mayoría mujeres, con ratios de devolución de préstamo superiores al 98%.

El concepto de microfinanzas se escapa del tópico generalizado de que los pobres son incapaces de salir de su situación, de que los pobres carecen de espíritu emprendedor. Las microfinanzas suponen un cambio de visión y plantean el préstamo de cantidades irrisorias de dinero, desde nuestro punto de vista, a emprendedores en los países pobres que desean abrir un negocio pero no pueden por carecer de acceso al crédito, tan habitual por otro lado en los países industrializados.

De acuerdo al economista peruano Hernando de Soto, los pobres en los países emergentes carecen de acceso al crédito porque no pueden utilizar sus bienes inmobiliarios como colateral. Una mayoría de personas en el mundo pobre son propietarios de las viviendas en las que viven, pero no pueden demostrarlo legalmente porque las mismas no están debidamente registradas.

La provisión de servicios financieros básicos para los pobres con la habilidad de proporcionar crédito en su variedad de formas tiene el potencial de promover el desarrollo económico y sacar a los pobres de la pobreza y colocarles en una dinámica de crecimiento. Durante muchas décadas las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) han sufrido con la ayuda al desarrollo, que ha sido inefectiva.

La demanda de servicios financieros para los pobres ha crecido de manera sustancial en los últimos años, con una demanda estimada de 93 millones de personas que en la actualidad son poseedores de un microcrédito. De acuerdo a estimaciones del Banco Mundial que consideran a 2.000 millones de personas, un cuarto de la población de Asia, un cuarto de la población de África y Oriente Próximo, y un cuarto de la población de América Latina, América del Este y Asia Central, son potenciales clientes de servicios financieros básicos para los pobres. Esta población carece de acceso a formas de financiación adecuadas. Una mayoría de esta población ya es cliente de instituciones microfinancieras (IMF). El mercado de servicios financieros para los pobres se estima en 300.000 millones de dólares, de los cuales sólo se cubre un 4%.

Otra fuente menciona que en 2006 había 2.800 millones de personas en el mundo viviendo con menos de dos dólares al día, 10.000 IMF y 93 millones de clientes de microcréditos. El mercado potencial es enorme, con un crecimiento estimado del 20% anual. Según el ex presidente estadounidense Bill Clinton, es importante conseguir que las instituciones financieras tradicionales se involucren en microfinanzas en un nivel que tenga un impacto directo en las vidas de las personas que reciben los microcréditos.

Las IMF son los intermediarios entre los mercados de capital y la fracción significativa de los pobres que carece de colateral. Los pobres obtienen microcréditos de las IMF. Tradicionalmente las IMF han recibido subsidios de agencias gubernamentales. Además de contar con subsidios, las IMF están accediendo a nuevas formas de financiación provenientes de los mercados privados de capital. Instrumentos financieros innovadores que previamente han cosechado éxitos en otros activos se replican ahora en microfinanzas.

Gracias a nuevas fuentes de financiación, las IMF más establecidas se están transformando en bancos, y están aumentando la variedad de servicios financieros que ofrecen a los pobres. De este modo, el acceso a servicios financieros básicos puede, finalmente, ser la clave para que las economías en vías de desarrollo crezcan de forma continuada, sostenible y definitiva. A finales de 2006 la agencia de rating Fitch calificaba un total de 3.078 bancos comerciales, mientras que las agencias de calificación microfinancieras analizaban a un total de 674 IMF. El sector tiene todavía que madurar.

Las microfinanzas se han desarrollado durante los últimos 30 años, y han madurado, llegando a un punto en el que están preparadas para dar el próximo paso. Los más pobres que han pedido prestado dinero a las IMF han demostrado su espíritu emprendedor y su capacidad de devolución, con altas tasas de pago asociadas. Las microfinanzas y las IMF tienen un importante papel que jugar en la primera mitad del siglo XXI. Sólo si cosechan éxito podremos hacer de la pobreza extrema una historia del pasado.

Jaime Pozuelo-Monfort

Máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley y máster en Desarrollo Económico por la London School of Economics

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