La coalición antimazorca
La Brooklyn es la cerveza más popular de Nueva York. Es lo que se llama craft beer, por estar hecha con métodos tradicionales e ingredientes naturales, 100% de cebada malteada, sin maíz ni arroz ni conservantes. Las craft son el segmento de mayor crecimiento del mercado de la cerveza y sus precios están subiendo mucho. No tanto por el éxito, sino por que la cebada y el lúpulo también han subido.
Estas cosechas y otras se están viendo perjudicadas, sobre todo, por efecto del maíz, el ingrediente fundamental de la creciente industria del biocombustible de EE UU. Los precios de las fanegas de maíz han subido gracias al empuje que desde el Gobierno se ha dado desde 2005 al etanol. La consecuencia es que muchos agricultores están abandonando el cultivo de otros cereales por el de las mazorcas, que, gracias al etanol y a los subsidios, tienen más potencial.
Así, la oferta en el campo se tensa y los precios, ya no sólo del mimado maíz, suben. La inflación en la alimentación no deja de crecer. En septiembre, los precios de los productores en el sector de la alimentación crecieron un 1,5%, la tercera mayor alza desde febrero.
Estas tendencias han puesto en guardia a algunos legisladores y grupos que antes apoyaban el crecimiento de esta industria del biocombustible. Y es un momento delicado porque se está debatiendo el apoyo que va a recibir del Congreso.
En 2005 se hizo obligatorio que las refinerías mezclaran 28,35 millones de litros de combustible como el etanol con las gasolinas para 2012. Eso disparó la producción, que ya está cercana a estos requisitos. Si la oferta sigue creciendo, los precios irán a la baja y la mazorca puede perder parte de su rentabilidad.
El Senado aprobó en junio elevar el contenido de biocombustible hasta 136 millones de litros en 2022. Casi la mitad tiene que proceder del etanol derivado del maíz. La Cámara de Representantes, en su revisión, no ha ampliado el objetivo, por lo que se avecina una colisión en la conciliación de ambos mandatos.
Contra la subida está el sector de la alimentación, que está tratando de evitar que el alza de sus materias primas repercuta en los consumidores. Tampoco son partidarios ni la industria petrolera, que quiere que el Estado deje de incentivar el etanol, ni los ecologistas, que están preocupados por la erosión del suelo al ampliarse las superficies cultivables.
La Academia Nacional de las Ciencias vino a reforzar los temores de los ecologistas al manifestar que, dependiendo de las zonas del país, el maíz es el cultivo que más agua demanda (más que el algodón y la soja), lo que pondría mucha presión en los acuíferos. Además dicen que una biorrefinería que produce 100 millones de galones anuales consume lo mismo que un pueblo de 5.000 habitantes.
Por si el problema del agua no fuera suficiente, la Academia recuerda que el maíz requiere más pesticidas que otros cultivos, por lo que contamina más el suelo y los acuíferos. Los científicos aconsejan que se investiguen otros ingredientes con menor impacto ambiental y más poder energético, como la celulosa para hacer etanol. Los cerveceros y la cesta de la compra lo agradecerán.