En busca de la felicidad
Juan Carlos Cubeiro echa mano del cine para abordar la importancia de los sentimientos, sobre todo dentro de las empresas, que han de ser concebidas como entes vivos y no sólo como generadoras de dinero
Hace unos meses me refería en esta misma columna a En busca de la felicidad, la película de Will Smith basada en la vida de Chris Gardner que generó una interesante polémica en el mundo de la empresa. Buena prueba de ello fue el cine fórum organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) en Barcelona, en el que participaron unos 200 directivos en los Cinesa Diagonal de la ciudad condal. Con más vigencia tenemos Odette, subtitulada Una comedia sobre la felicidad, coproducción franco-belga avalada por una recaudación en el país vecino de más de cuatro millones de euros. Escrita y dirigida por Eric-Emmanuel Schmitt, afamado autor galo de teatro que recibió en 2001 el Gran Premio de Teatro de la Academie Française por el conjunto de su obra y que escribió la inolvidable El señor Ibrahim y las flores del Corán, es una deliciosa cinta en la línea de Amélie o del Benigni de La vida es bella. Una visión europea de la felicidad ¿opuesta, antagónica, complementaria? a la del sueño americano, del indigente convertido en agente de bolsa.
Odette Toulmonde, nombre de pila de evocación proustiana que, según la protagonista, 'ya sólo se usa para los caniches' y apellido que nos recuerda que es una persona común y corriente, es una mujer de cuarenta y tantos años, que vive en Charleroi (en la Bélgica valona) y trabaja como empleada en la sección de cosmética de unos grandes almacenes, precisamente porque no necesita maquillarse para irradiar felicidad. Por las noches, cose plumas para vestidos de revistas parisinas porque el sueldo no le alcanza para llegar a fin de mes. Sin motivos aparentes para ello, Odette es una viuda enormemente feliz, gracias a las canciones de Josephine Baker ('por dentro, yo también soy negra'), a que ha de cuidar a sus dos hijos (Sue Ellen, una chica en plena pubertad que mete en casa a su novio, un joven vago y maloliente, y Rudy, un chico peluquero) y sobre todo merced a las novelas románticas de Balthazar Balsan, su escritor favorito.
Sin embargo, Balsan, autor parisino de éxito, rico y seductor, cae en la depresión por los terribles comentarios de Olaf Pims, un crítico literario, en la prensa y en la televisión (su obra, leída por dependientas, peluqueras y recepcionistas, es un diccionario de clichés) y por la infidelidad de su esposa. ¿Por qué es feliz quien no debe y no lo es quien posee fama y fortuna? La situación de Balsan cambia cuando se atreve a visitar a Odette, que le ha escrito una carta agradeciéndole el valioso estímulo que supone para los demás. Frente al modelo de felicidad made in USA de Chris Gardner (individualista, meritocrático, de cambio interno, centrado en el dinero), el que nos presenta Schmitt está basado en las relaciones personales, con los respectivos hijos de Odette y de Balthazar, con las otras dependientas de los grandes almacenes, incluso dialogando en el autobús que lleva a Odette de Charleroi a Bruselas para acudir a la firma de libros de Balsan o en la misma cola de la firma; o en el poder de la música (lenguaje universal de las emociones) y en la vocación de servir a los demás. El dinero le sirve a Odette (cuando le llega, porque ella no lo pide) para ir a la playa con los suyos, a disfrutar de la brisa y de las olas en un entorno tranquilo, apacible, nada sofisticado. 'No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí mismo su propio camino', nos enseñó William Shakespeare. El camino de Chris Gradner, y el de la mayoría de sus compatriotas, hacia la felicidad pasa por triunfar a través del éxito económico, y por ello el bueno de Chris presume de sus coches (un Ferrari y un Bentley), de sus casas, de su propia empresa de brokers. El camino hacia la felicidad de Odette no pasa por un trabajo mejor, de mayor responsabilidad, por un sueldo mayor, sino por disfrutar de la buena lectura, de la música que le hace bailar, de su familia y de unos amigos a los que ayudar y con los que compartir buenos momentos. En busca de la felicidad es una película sobre las múltiples adversidades que debe superar un individuo que se siente solo y al que le enseñaron que no puede depender más que de sí mismo.
Odette. Una comedia sobre la felicidad es una cinta europea que, en los tiempos que corren, puede parecernos ñoña e incluso kitsch en sus inicios, pero que nos habla de los elementos importantes de la vida: el amor más allá del enamoramiento, la importancia de vivir en sociedad, la voluntariedad de las emociones, la felicidad como actitud y como decisión personal. Asuntos de enorme importancia para uno mismo y para las empresas de las que formamos parte. ¿La empresa como maquinaria para maximizar beneficios o la empresa como ser vivo, como comunidad de personas con el propósito de hacer felices, simultáneamente a sus clientes, a sus profesionales, a sus accionistas y a la sociedad en su conjunto? Sin duda, me quedo con esta opción, con una visión humanista de las organizaciones. Por ello, películas como Odette son una buena noticia, aunque merezcan menos atención que su oscarizada antagonista.
Juan Carlos Cubeiro. Director de Eurotalent