El fantasma de la crisis del crédito
La crisis hipotecaria de EE UU ha empezado a pasar facturas en Europa. Si alguien creía aún que la crisis inmobiliaria estadounidense, centrada en las hipotecas subprime o de alto riesgo, era cosa del otro lado del Atlántico, el mayor banco de Francia y segundo por capitalización de la zona euro ha venido a mostrarle su ingenuidad. BNP Paribas se vio obligado ayer a congelar tres de sus fondos de inversión, por 1.600 millones de euros -uno de ellos comercializado en España-, por los efectos de la inestabilidad de las subprime, que repercuten en el mercado monetario al reducir la liquidez disponible.
De hecho, los bancos de la zona euro se esforzaban ayer por conseguir efectivo, lo que elevó el coste de la financiación interbancaria, en la misma línea que en EE UU, al máximo en seis años. Un cuadro como para encender las alarmas. Y así lo entendió el BCE que, para evitar que se agudizasen los problemas de liquidez realizó, por sorpresa, una inyección récord en el flujo monetario de la zona euro. Es la primera vez que el BCE toma esta decisión desde la crisis del 11-S de 2001 en EE UU, pero entonces la inyección no llegó a 70.000 millones y en esta ocasión se ha acercado a los 95.000 millones. Una inundación de dinero que hace preguntarse a muchos analistas hasta dónde llega el problema y cuáles son los bancos afectados.
La decisión de la autoridad monetaria ha sido, a primera vista, acertada. Compatible con la estrategia de poner la venda antes de sufrir la herida, la mejor virtud que debe cultivar el BCE es prever las tensiones de los mercados y adelantarse a las crisis para aliviarlas. Desde ese punto de vista, su actuación de ayer ha sido adecuada y, una vez más, avanzada: en su boletín mensual ya señalaba que vigilaría cualquier señal de turbulencia en los mercados, en una velada referencia a los problemas de los créditos hipotecarios en EE UU.
Es cierto que el BCE está para eso. Y que estas iniciativas están previstas en sus operaciones de financiación, incluso con una tranquilizadora denominación: ajuste fino. Pero en el mercado ha sorprendido la enorme cantidad requerida (el BCE aceptó todas las demandas de financiación al 4%). El miedo se propaga con rapidez y se puede dar la paradoja de que el BCE, con una decisión acertada, haya alarmado más a los mercados, que pueden ver ahora nuevas tensiones. Las Bolsas registraron fuertes caídas tras la decisión.
Pero el BCE no está solo. Su medida ha sido paralela a una inyección menor de la Reserva Federal -24.000 millones de dólares (17.500 millones de euros)-, también para hacer bajar el coste de la financiación interbancaria. Esta misma semana el presidente de la Reserva, Ben Bernanke, lanzó mensajes tranquilizadores al mercado en el sentido de que no había que preocuparse por una posible contracción del crédito. Aunque esto no sea ninguna garantía, el mismo presidente del EE UU, George Bush, dijo ayer que los mercados están preparados para afrontar el riesgo crediticio e insistió en que los fundamentales del país siguen fuertes.
Sin ser irreversible, la situación no deja de ser preocupante. Y el BCE, a pesar de arriesgarse a introducir inquietud nueva en el mercado, ha hecho lo correcto al abrir el grifo del dinero en una operación destinada, según todo indica, a aliviar una situación urgente.