'La peor derrota no la sufrí en un tablero de ajedrez'
La frialdad ante el tablero hizo de Karpov un jugador inconfundible y sus épicos enfrentamientos con Kasparov popularizaron el ajedrez. Hoy, Karpov se mantiene fiel a Putin, mientas Kasparov lidera un movimiento contra el ex teniente general de la KGB
La Unión Soviética elevó a héroe y símbolo nacional a Anatoli, Tolia, Karpov (Zlatoust, 1951), tras convertirse en campeón del mundo de ajedrez por la renuncia del genial y excéntrico estadounidense Bobby Fischer. Eso sucedió en 1975 y hasta hoy el genio ruso no ha dejado de jugar. Aunque ahora destaca por su faceta solidaria. Es embajador de Unicef y participará en Vitoria en un campeonato para levantar un hospital en el Congo.
Viaja a menudo a España. ¿Le trae buenos recuerdos?
Sí, ya en 1973 gané uno de mis primero torneos en Madrid. También recuerdo otros en Las Palmas o Linares. En España había mucho interés por el ajedrez y se organizaban torneos internacionales.
Es improbable que hoy la gente conozca a los nuevos campeones. En cambio, cuando usted y Kasparov jugaban hasta el más lego les reconocía.
Quizás antes había en el juego un componente más allá de lo deportivo debido a la situación geopolítica. Cuando bajó el interés por la Unión Soviética ello afectó a la popularidad del ajedrez.
Sevilla llegó a pagar unos dos millones de dólares para organizar el campeonato del mundo en 1987. ¿Cree que hoy alguna ciudad española haría lo mismo?
Creo que fue incluso superior a dos millones de dólares. No sé si hoy sería o no posible. Para ello se debería recuperar el interés del público y que personas de poder, no sólo los jugadores, se involucraran en el proyecto.
Se ha dicho muchas veces que el ajedrez era un escenario más de la guerra fría, ¿cuánto de realidad y de literatura hay en ello?
No fue tan importante como dicen. Pero sí que es cierto que se utilizó como una forma de lucha soterrada. En parte, porque entonces el ajedrez formaba parte de la competición olímpica. Además jugaban personajes muy importantes y los premios económicos que recibía el ganador eran altísimos.
Es innegable que para la Unión Soviética tener un campeón del mundo era una cuestión de Estado. ¿Cómo resistió la presión?
Intenté olvidarme de ello porque de otra manera hubiera sido muy difícil, casi imposible, jugar. Ante el tablero, sólo pensaba en la estrategia y nada más. Aun así, debo decir que sentí el apoyo de todo el país y de mi gente.
Dicen que usted es el jugador más competitivo. ¿Alguna vez ha jugado sólo por jugar?
Sí, claro. Me divierte jugar al ajedrez y algunas veces juego por jugar, aunque como en cualquier deporte, el objetivo es ganar.
Y vaya si lo ha hecho.
He ganado todos los títulos posibles a nivel internacional y nacional. Más que ningún otro jugador en el mundo, incluido Kasparov.
Con Kasparov han pasado unas 700 horas uno frente al otro. Quizás nadie conoce mejor a Kasparov que usted y viceversa.
Lo conozco muy bien como adversario deportivo y fuera de los torneos.
Es irónico, su relación con Kasparov siempre ha sido mala, pero es imposible explicar la historia de uno sin citar al otro.
Entiendo que ustedes nos quieran unir, pero el ajedrez es un juego individual y cada uno ha seguido su propia trayectoria.
¿Se imagina a día de hoy una rivalidad como la que ustedes mantuvieron?
æpermil;l fue uno de los mejores durante diez años y el nivel al que competimos fue enorme. Creo que es imposible que se vuelva a repetir.
Rusia es un país exagerado, desmesurado. Si juegan al ajedrez salen genios como usted, Kasparov y tantos otros que copan la élite. Lo mismo puede decirse de la literatura o de la música.
Sí, quizás por su inmensa historia. Tenemos buenos jugadores porque el ajedrez ha sido un juego tradicional en Rusia. Los grandes escritores rusos también jugaban al ajedrez. En las novelas de Tolstoi aparecen a menudo tableros y él mismo era un gran aficionado.
Ha ganado más de 170 torneos, pero ¿cuál fue su peor derrota?
No fue en un tablero de ajedrez. El mayor desastre para mí fueron las intromisiones políticas en el campeonato de 1984 que ganó Kasparov. En particular de Guedar Aliev director del KGB en Azerbaiyán y aliado de Kasparov durante el torneo.
¿Y qué victoria recuerda con más emoción?
Recuerdo perfectamente cada uno de mis triunfos. Quizás el más emocionante fue el de Linares en 1994, en aquella ocasión me impuse a Gary Kasparov.
¿Ahora los rivales más temibles son las computadoras?
Aceptaría jugar con máquinas si las condiciones fueran más ecuánimes. El jugador debería tener más tiempo para mover sus piezas y tener acceso a la base de datos del ordenador.