El Tratado de la UE, pendiente de la oposión de Polonia
La Unión Europea intentaba el viernes por la noche zanjar una de las mayores crisis institucionales de su historia. Al cierre de esta edición, los 27 pugnaban por pactar la quinta reforma en profundidad del Tratado de Roma para superar el fracaso de la Constitución europea. Aunque Londres parecía dispuesta al acuerdo tras obtener sus demandas, Varsovia seguía reclamando más concesiones.
La canciller alemana, Angela Merkel, despejó el viernes las objeciones británicas al acuerdo. No obstante, al cierre de esta edición seguía forcejeando con los gemelos Kaczynski para arrancarles el visto bueno al futuro tratado al que se deberá dar forma jurídica en el próximo semestre bajo presidencia portuguesa.
El primer ministro británico, Tony Blair, que asistía a su última cumbre consiguió que se aplazase sine die la creación de un servicio diplomático comunitario. Y logró garantías de que el Alto Representante no ocupará un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esa idea ni siquiera estaba en la frustrada Constitución europea. Pero el relevo de Blair, Gordon Brown, exigía desde Londres que se abortasen por escrito los fantasmas federalistas agitados por la prensa de su país.
El Reino Unido también limitó el ámbito de aplicación de la Carta de Derechos fundamentales, que sólo se aplicará a las instituciones comunitarias y no en los Estados miembros. 'Hemos hecho avances en lo que concierne a los cuatro puntos esenciales de la posición británica', afirmó Blair en una pausa de la cumbre. Su declaración sonó a un cántico de victoria.
Gemelos Kaczynski
Sin embargo, Merkel no tuvo tanta suerte con el escollo polaco. La canciller alemana fue tentando a los polacos con diversas concesiones sobre el sistema de voto de doble mayoría (población y Estados) que debería entrar en vigor en 2009. Alemania ofreció al presidente polaco Lech Kaczynski aplazar la entrada en vigor del nuevo sistema hasta el 2014 y reforzar las cláusulas de salvaguarda que facilitan a los países medianos la posibilidad de frenar un acuerdo comunitario.
La oferta permitiría a Polonia -y de paso a España que tiene un número idéntico de votos según lo fijado en el tratado de Niza- negociar los fondos estructurales y de cohesión con arreglo al actual sistema de voto. La oferta parecía irresistible, pero el presidente polaco, al que siempre se ha considerado en Bruselas como el testaferro de su hermano el primer ministro, tuvo que pedir permiso a Varsovia para firmar el acuerdo. Jaroslaw Kaczynski lo denegó desde Varsovia.
Nicolas Sarkozy, que se estrenaba en la cumbre como presidente francés, también terció entre Berlín y Varsovia. Al hiperactivo neófito, el mastodóntico edificio del Consejo europeo parecía quedársele pequeño. Y entre reunión y reunión con Merkel o Kaczynski lo mismo convocaba a la prensa de su país que se cruzaba en la terraza del edificio con José Luis Rodríguez Zapatero.
El presidente del Gobierno español, del que se esperaba que llegara a Bruselas como abanderado de la Constitución, prefirió alinearse pragmáticamente con la tesis del minitratado de Sarkozy. Y en esa cómoda posición, Zapatero se limitó a defender la figura del representante de la política exterior europea, amenazada por el Reino Unido. Finalmente, el acuerdo apuntaba a la supresión del nombre de ministro de Exteriores. El cargo continuará llamándose Alto Representante.
Tony Blair presionó hasta el final con un referéndum
Los 16 países que habían ratificado la Constitución poco pudieron hacer para resistir las reivindicaciones británicas. Londres jugaba con la baza del chantaje del referéndum, una posibilidad que obligó al resto a despojar el nuevo Tratado de todas las referencias, auténticas o imaginarias, a un super-Estado europeo. A cambio, los países del sí consiguieron facilidades para poder avanzar en solitario en temas de política judicial e interior. Pero como ha advertido el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, 'una Europa a la carta tiene poco que ver con la Unión'.Los juristas temen, además, que el nuevo Tratado permita una vuelta atrás en asuntos que se consideraban consolidados como la primacía del derecho comunitario sobre el nacional. La consagración de ese principio en el frustrado texto constitucional y su posterior supresión puede animar a los tribunales nacionales a rechazar la aplicación de normas comunitarias que sean incompatibles con la legislación de su país.