Los desastres de la opa
Cantaba una tonadilla/ cuando murió El Espartero/ los toritos de Mihura/ a nadie le tienen miedo'. Así también el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en adelante la cenemeuve, proclamaba en su comparecencia del miércoles 24 de abril ante la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados la obligación de permanecer miope. Es decir, que dentro del asunto de la opa sobre Endesa, en las aguas jurisdiccionales de la cenemeuve quedaba sólo la competencia de atender a la preservación de los derechos de los accionistas y de velar en particular por los más pequeños.
Para Manuel Conthe, otras consideraciones, como las referentes a las debidas garantías del suministro energético, a la moderación de su precio, a las inversiones y a las energías alternativas renovables quedaban excluidas del ámbito de sus estrictas atribuciones. Venía a decir que doctores tiene la Iglesia, o si se prefiere, ministro de Industria tiene el Gobierno, para analizar la opa desde esas otras perspectivas.
Claro que en esta cuestión de la opa sobre Endesa, como en la delimitación de las aguas marinas, la geometría no funciona con la claridad cartesiana que permite el papel de los mapas del almirantazgo. Por eso, porque la realidad no se ajusta al principio de las ideas claras y distintas, se han desencadenado muchas batallas navales. Recordemos por ejemplo la captura de los marinos británicos por los iraníes donde cada una de las partes, los que capturaron y los capturados, invocaba una posición contraria que avalaba su proceder.
Ahí está también el caso de la guerra de las Malvinas, cuando la señora Margarita Thatcher, primera ministra británica, alegó que el crucero argentino Belgrano había entrado en las aguas declaradas exclusivas por la Royal Navy alrededor de las islas para proceder a hundirlo. Años después, en una sesión de la Cámara de los Comunes, doña Margarita hubo de reconocer -como había anticipado Rafael Sánchez Ferlosio en un memorable artículo redactado en caliente desde la glorieta de Bilbao- que el buque argentino se encontraba fuera de esas aguas y que había dado la orden de hundirlo para que aquella malhadada Junta Militar de Buenos Aires se viera obligada a entrar en una guerra que quería rehuir.
Esa invocación del deber de la miopía que hacía el alto funcionario figuraba también entre los argumentos del Estado Mayor del Ejército del Aire cuando se debatía sobre los aviones que España iba a adquirir dentro del programa FACA (Futuro Avión de Combate Aéreo) destinados a sustituir a los F-4 Phantom. Buscábamos unos aviones de ataque e interceptación y la lista corta estaba integrada por dos modelos norteamericanos, el F-16 de General Dynamics y el F-18 de Mc Donnell Douglas. Los periodistas estábamos interesados por saber qué criterio había llevado a seleccionar esos dos aviones descartando los competidores europeos, como el Mirage francés, el Tornado, el Jaguar británico y otro sueco. Se nos dijo que se trataba de diversificar nuestras fuentes de aprovisionamiento en materia de Defensa.
Contraargumentamos que la procedencia de Estados Unidos era abrumadora y que además los europeos ofrecían contrapartidas en la fabricación y acceso de nuestra industria aeronáutica a la tecnología. Entonces el general del Aire replicó que ellos sólo debían apostar por lo mejor para la defensa de nuestro espacio aéreo. Parecía que se mostraban indiferentes sobre si defendían un erial o un país próspero dotado de una industria moderna y con mayores índices de empleo. Pero esa indiferencia no era en absoluto de recibo.
O sea que, volviendo a los inicios, la invocación a la miopía es inaceptable. Más allá de los sacrosantos intereses de los accionistas de Endesa están los del conjunto de los españoles. Porque, por ejemplo, Eon es una empresa cuyo objeto social es garantizar el aprovisionamiento energético de Alemania y además todo el sobreprecio que se haya pagado por Endesa nadie duda que será recuperado vía tarifas que pagarán los sufrientes consumidores. Veremos.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista