Cómo deben gestionar las relaciones privadas los altos cargos
El caso de Wolfowitz ha reabierto el debate sobre cómo los altos cargos deben gestionar sus relaciones privadas
Poco podía imaginar el todopoderoso presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, que haber negociado personalmente el traslado al Departamento de Estado y un aumento de sueldo para su novia, Shaha Riza, iba a poner en el disparadero toda su carrera profesional. Las voces que piden su dimisión por este hecho, que ha sido el detonante que ha provocado las críticas a su gestión como máximo mandatario de la institución, no cesan.
æpermil;l se aferra a su cargo, a pesar de que son numerosos los que le piden que renuncie para no dañar la credibilidad del Banco Mundial. En este sentido, se ha manifestado uno de sus dos directores generales, el neozelandés Graeme Wheeler, que cuenta con el respaldo de los representantes de Europa, América Latina y Asia. Wolfowitz, sin embargo, dispone del apoyo de otros miembros del consejo ejecutivo, como África, Oriente Próximo, Canadá, Japón y Estados Unidos. No es el único alto cargo que ha visto puesto en entredicho su trayectoria por un asunto privado. El director financiero y de banca privada de Citigroup, Todd Thompson, tuvo que presentar su dimisión cuando se descubrió que había favorecido descaradamente a la periodista de la CNBC María Bartimoro financiando la producción de sus programas de televisión y un viaje en avión privado a China. El debate sobre cómo deben gestionar los altos ejecutivos sus relaciones personales para no caer en un conflicto de intereses está abierto. Los expertos creen que los códigos éticos, pero más el sentido común de los altos mandos, son los que deben regular estos aspectos privados.
Para empezar, el socio del departamento laboral de Garrigues, José Antonio Sanfulgencio, aclara que los altos cargos se rigen por una normativa específica (Real Decreto 1982/1985), que remite a la voluntad de las partes el contenido de los derechos y obligaciones de la relación, destacándose que las demás normas de la legislación laboral común, incluido el Estatuto de los Trabajadores, sólo serán aplicables en los casos en que se produzca remisión expresa en el Real Decreto, o así se haga constar específicamente en el contrato. Y añade que 'en muchas compañías multinacionales y empresas españolas de primer nivel, existen códigos de conducta que prohíben claramente la realización de actos o toma de decisiones que puedan acarrear un conflicto de intereses en la esfera familiar, conyugal, afectiva o de negocios'.
Abuso de confianza
Sanfulgencio especifica que la doctrina judicial tiene establecido al efecto que 'a los máximos responsables de las empresas cabe exigirles una mayor responsabilidad, transparencia, honradez y buena fe en sus actuaciones, no favoreciéndose ellos mismos ni a familiares o personas de su entorno'. Por tanto, hay implícita una exigencia de comportamiento ético que se concreta en valores que pueden traducirse por lealtad, honorabilidad, probidad y confianza. 'Comportamientos como el de la máxima autoridad del Banco Mundial, trasladados a un supuesto de directivo español, denotarían un total desconocimiento de la buena fe que debe presidir todas las relaciones laborales, y asimismo la existencia de un abuso de confianza en el desempeño del trabajo', señala el socio de Garrigues, que no duda en sentenciar que 'la empresa para la que prestase sus servicios podría despedirle disciplinariamente sin derecho a indemnización'.
La gestión de las relaciones personales dentro de una compañía se debería encuadrar, opina el filósofo y ponente de la agencia de conferenciantes Thinking Heads Javier Sádaba, dentro de la ética 'bien entendida y exigente' de esa organización, ya que existe un deber fuerte con toda la sociedad. En el caso de los grandes dirigentes debería existir, así lo cree Sádaba, un deber interno, 'un código moral, unas exigencias verdaderamente morales', y otro externo, 'de manera que toda persona que mantuviera un código de conducta deficiente fuera estigmatizada'. Para el socio director de MindValue, Javier Fernández Aguado, la ética personal y la profesional se encuentran mutuamente implicadas. 'Los modos de actuar de algunos directivos únicamente puede ser explicada por un tipo más o menos profundo de esquizofrenia, producto de una escasa formación o de unas costumbres antiéticas sostenidas en el tiempo, que llegarían a nublar la conciencia'. Liderar exige, según Fernández Aguado, no sólo determinadas capacidades técnicas, sino también un comportamiento honorable. 'Los modos de comportarse mal son mucho más reiterativos que los de actuar bien. El bien es mucho más creativo. El mal acaba por ser de algún modo rutinario'. Este pensador cree que hay algunas normas que deberían ser incluidas en los códigos de conducta de las organizaciones, pero sin caer en la pretensión de abarcarlo todo. 'La vida, en su conjunto, no puede ser reglamentada', señala, a la vez que se reafirma en la idea de que 'la ética no es opcional en la vida de un directivo'.
Como sistema de control, a los códigos de conducta éticos apela el presidente de la empresa especializada en fusiones y adquisiciones Pérez-Orive y Asociados, José Félix Pérez-Orive, pero eso tampoco es garantía de nada, 'porque las personas somos como somos'. Por su experiencia en las empresas a las que ha pertenecido, cuando se ha dado el caso de que un ejecutivo ha coincidido con su pareja estable siempre se les ha separado, pero sin ningún trato de favor a la parte más desfavorecida. 'Parece mentira que gente tan inteligente, como se supone que es Wolfowitz, actúe de esta manera tan incomprensible. Deberían prever este tipo de situaciones de riesgo y de conflicto de intereses porque no merece la pena padecer el escándalo que se ha originado', afirma Pérez-Orive. En esta teoría coincide el profesor de ética empresarial del IESE, Joan Fontrodona, que reclama sentido común y y una mentalidad preventiva. 'Un alto cargo tiene que evitar conflictos que puedan surgir en un momento dado y poner soluciones para que no sucedan'. En este sentido, asegura que las empresas deberían establecer políticas o procedimientos que ayuden a que los directivos mantengan la prudencia y una norma de conducta. Según Fontrodona, es necesario establecer unos principios a seguir, a pesar de que hay empresas que sostienen que no deberían existir porque lo hay que aplicar es el sentido común. 'Es necesario usar la razón si se tienen responsabilidades, es la única manera de que gente de valía no meta la pata'.
También a los códigos de ética profesional se remite el profesor de recursos humanos de Esade Simon Dolan, que exige a las empresas evitar este tipo de situaciones, ya que no favorece nunca a la organización que 'uno sea jefe de otro o que una pareja trabaje en cargos de responsabilidad debido al poder que aglutinan entre los dos'. En cuanto a Paul Wolfowitz lo tiene claro: 'æpermil;l pensó que favorecer a su novia era el peor de los males, pero ahora ha perdido toda credibilidad'. Muchas veces, visto lo visto, las relaciones pueden ser destructivas.
'Si la dimisión es coherente se sale reforzado'
No tuvo inconveniente en abandonar su cartera en el Ministerio de Trabajo. Era el año 2000 y Manuel Pimentel tenía por delante una prometedora carrera política dentro del PP. Como telón de fondo de su marcha estaba el distanciamiento con su partido y con el presidente Aznar debido a la Ley de Extranjería y al salario mínimo interprofesional. Supo irse. 'Y no pasa nada. Si se trata de una dimisión coherente se sale incluso reforzado de esa situación', reconoce Pimentel, dedicado a su faceta de escritor, editor y conferenciante de la mano de Thinking Heads.Asegura que es necesario desdramatizar las dimisiones, 'porque la vida sigue y no hay que tener tanto amor por el sillón'. Aunque reconoce que no es fácil. Siempre hay cierta emotividad en las despedidas, y las de los altos cargos no están exentas de ella. 'Es duro dejar a tu gente, a tu equipo de colaboradores con los que has trabajado, pero por lo demás debería ser tomado como algo natural'. Según Pimentel, los casos de nepotismo son algo habitual sobre todo en la administración, 'que debería profesionalizarse'. También reconoce que es muy difícil desligarse de las circunstancias y del entorno personal. 'Es algo natural colocar a las personas próximas y tratar de beneficiarlas. Es imposible olvidarse de los parientes'. Para evitar favorecerlos, Pimentel recomienda que exista una norma que impida que este tipo de procesos dependan de la naturaleza humana. 'Todos somos débiles, y el entorno sentimental y personal presiona mucho'. Lo que sí tiene claro es que cuando eso sucede, lo mejor es dimitir.También lo cree el socio de Garrigues, José Antonio Sanfulgencio quien asegura que por simples principios éticos, 'un directivo, ante el descubrimiento de irregularidades, como las que son objeto de nuestra nota, debería dimitir voluntariamente, e incluso ofreciendo el resarcimiento a la empresa de los incrementos salariales indebidamente otorgados'. Y agrega que también debería haber sido sancionado por los agujeros en los calcetines. 'Un alto cargo debe cuidar su imagen'.