El doctor confirma la recuperación
Más ricitos de oro. Si alguien se tomase la molestia de hojear la prensa de hoy, probablemente se encuentre con una notable superpoblación de la expresión 'ricitos de oro', que a estas alturas está casi tan manida como lo estaba antes de explotar la burbuja tecnológica.
Por si acaso los mercados financieros no tienen suficiente capacidad de autosugestión y dosis de voluntarismo, ahí esta Bernanke para animar la fiesta. La inflación bajará y el crecimiento se mantendrá a un ritmo sólido. Es más, podrá mejorar cuando se supere el incómodo lastre de un mercado inmobiliario que se desplomó en 2006. Y fueron felices y comieron perdices.
Al contrario que su predecesor, Ben Bernanke no es sospechoso de tratar de mover los hilos del mercado. Es más, sus fallos han venido más por exceso que por defecto de sinceridad. Ahora bien, se supone que el banquero central es esa persona aburrida cuya labor es llevarse el alcohol cuando la fiesta está a punto de alcanzar su punto álgido. La declaración de ayer está ajustada a la realidad, y de hecho el presidente de la Reserva Federal se muestra dispuesto a subir los tipos de interés si detecta un brote preocupante en la evolución de los precios.
Queda la duda de si el mercado habría reaccionado de otra forma ante una declaración de otro cariz. Y de si a largo plazo sería conveniente, por ejemplo, que Bernanke sesgase su mensaje con la vista puesta en los mercados financieros. Cuando un banquero central opta por una política de comunicación transparente -lo que debería ser bienvenido por quien tenga fe en los mercados, incluidos los profesionales de éste-, es razonable que tienda a ser un factor neutro. Y en este contexto la complacencia con la que operan los mercados, que deja un preocupante margen a la decepción, no va a poder ser corregida por un poder superior.