Larga parálisis electoral
Cada dos años hay elecciones en EE UU. Cuando no son las presidenciales son las de renovación del Congreso. Cada dos años se está en campaña (con una precampaña cada vez más larga). Es el momento en el que la política se transforma en una herramienta de marketing, con más eslóganes que ideas, y se desplazan o trivializan los debates importantes.
Ese momento es ahora. Desde esta semana los legisladores estarán volcados en las elecciones que serán el 7 de noviembre. En juego están los puestos de algunos gobernadores, el 100% de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Actualmente las dos cámaras gozan de una mayoría republicana que en muchas ocasiones ha estado alejada de quien gradualmente se ha convertido en un impopular presidente. Esto ha hecho que 'el capital político' que George Bush dijo ganar en 2004, al ser reelegido, apenas se haya materializado. Buena parte de la agenda clave de Bush en 2004, hacer permanentes los recortes fiscales, reformar las pensiones, imponer cuentas de ahorro sanitarias y la reforma tributaria, se han quedado en el tintero. Excepcionalmente se aprobaron puntuales recortes fiscales como el de los dividendos y las plusvalías.
Bush fue perdiendo el capital político según se ha deteriorado la situación en Irak y lo enterró cuando el huracán Katrina azotó el Golfo de México ante la indiferente mirada del Gobierno.
Así, los congresistas no han puesto en marcha el presupuesto del año fiscal que comienza y han dejado en piloto automático los gastos. No se ha reformado la ley que regula los lobbies ni la de inmigración, aunque esta semana se haya trabajado en la aprobación de la construcción de un muro con México.
Una ley para permitir la prospección petrolífera offshore se ha quedado sin ver y tampoco se ha hecho nada en las cacareadas propuestas de anular o rebajar el impuesto de sucesiones o subir el salario mínimo.
A principios de año hubo algunos compromisos y se reformaron la ley de bancarrotas y la energética además de darse el pase a una de financiación de infraestructuras.
En materia de seguridad nacional es donde más acuerdo ha habido porque es la cuestión en la que el mensaje es más claro: proteger a América. Oponerse a estas medidas equivale a dejar vulnerable al país, argumentan los republicanos.
Se ha reformado el Patriot Act, la ley que amplía los medios policiales y judiciales contra el terrorismo, y la semana pasada se dio el pase, con el voto contrario demócrata, a una ley que autoriza técnicas de interrogatorios, que pueden considerarse tortura, además de anular el habeas corpus para ciertos prisioneros.
El líder de la Cámara de los Representantes acusó a los demócratas contrarios a esta ley de 'estar a favor de los terroristas que planean atacar a americanos inocentes'. En la ONU se teme que se haya dado un paso atrás en cuanto a lo acordado en la Convención de Ginebra contra la tortura. Los demócratas confían en que los americanos sigan cuestionando la credibilidad de Bush y su partido en materia de seguridad, sobre todo tras el fiasco de Irak.
Puede que los cálculos de unos y otros fallen, aunque parece que los demócratas tienen opciones de recuperar el poder. Eso sí, tendrán que convencer a los americanos de que vayan a votar porque, tras largo año de parálisis y según una encuesta de The New York Times, sólo el 25% de ellos aprueba la labor de esta institución.