Directivos, incentivos y mercados
Cuál debe ser la fórmula más conveniente para retribuir a los directivos sigue siendo objeto de debate en la empresa. El autor analiza los distintos sistemas propuestos que, en su opinión, resultan insuficientes para proteger a los accionistas de la deslealtad y la codicia
Las altas retribuciones de los gestores de empresas conocidas, cuando no los escándalos contables y financieros asociados a la manipulación de la información societaria para influir en el precio de las acciones e influir en sus ganancias, provocan una y otra vez debates sobre las fórmulas más convenientes de pagar los logros de los directivos. Lo que al final se termina debatiendo es si las fórmulas de compensación de los directivos que se han implantado son realmente el resultado de la competición entre las empresas para captar y retener a los gestores de mayor talento, o si por el contrario se trata sólo de esquemas de expolio de las compañías y abuso de la confianza de los accionistas.
Si se tratara del primer supuesto, el asunto se reduce a idear un mecanismo de negociación entre empresa y directivo que sea simultáneamente ajeno a conflictos de intereses y capaz de generar una fórmula de retribución que optimice la relación entre retribución y desempeño. En este supuesto, el que en la compañía estén implantados los elementos esenciales de gobierno corporativo bastaría para cumplir con el primer requisito (conflicto de intereses). Para lo segundo (optimización de la relación entre retribución y desempeño) resulta preciso que el consejo de administración disponga de una estrategia empresarial definida que explicite cómo pretende maximizar la riqueza de sus accionistas. Será la persecución y consecución de ese objetivo la vara para medir y retribuir el esfuerzo del directivo. Si por el contrario el problema es de comportamiento desleal y fraudulento del directivo, es improbable que se puedan diseñar fórmulas retributivas eficaces para impedirlo. En estos casos es mejor dejarse de gaitas y deshacerse de la gentuza cuanto antes.
Desgraciadamente, en el mundo real las cosas no son tan simples o, al menos, no resultan tan evidentes para quien las observa, y de ahí que haya campo para que los estudiosos y consultores discutan las mejores formas de retribuir a los gestores cualquiera que sean los valores morales que estos traigan consigo. Tanto en un caso como en el otro nos encontramos ante el conflicto entre el principal y su agente. Con lo cual, en uno y otro supuesto hay una mayoría que piensa que son problemas de agencia que pertenecen al mundo del gobierno corporativo.
En puridad, retribución de directivos y gobierno corporativo son temas interconectados pero independientes. Los problemas de agencia entre los gestores y los accionistas pueden ser mitigados mediante fórmulas de retribución e incentivos. Los esquemas de gobierno corporativo solamente son relevantes cuando existan conflictos de intereses. Por su parte, los problemas de agencia entre el consejo de administración y los accionistas pueden serlo mediante políticas de gobierno corporativo. En este campo los conflictos de intereses son prácticamente inevitables. En todo caso, hay que admitir que malas prácticas de gobierno corporativo agudizan los problemas de agencia relacionados con la compensación de los directivos.
El que uno o varios ejecutivos fueran retribuidos en exceso, haciendo abstracción de lo que ello pueda significar, con cargo a la cuenta bancaria de la sociedad no tendría que representar mayor impacto en el valor de la compañía. Lo que resulta realmente dañino para el accionista es que el esquema de retribución del directivo le lleve a provocar una sobrevaloración artificial de la compañía, a la necesidad posterior de rectificar los estados financieros aprobados y en última instancia a un escándalo corporativo. En 1995 en el Estado de Nueva York se notificaron 44 rectificaciones en las cuentas de resultados de las compañías allí registradas; en 2002, una vez generalizada la vinculación de las retribuciones directivas a los beneficios, las rectificaciones fueron 240.
En teoría, pagar a un directivo según su desempeño alinea sus intereses con los de sus accionistas. El problema es determinar cuál es la medida de desempeño que mejor cumple ese objetivo. En la práctica, es frecuente que se premie a los directivos que logran ciertos objetivos en términos de cifras de beneficios. Los beneficios son cifras contables y no resulta imposible para los directivos ofrecer unos resultados que no se corresponden con la realidad.
Otro tanto sucede con la cotización bursátil de las acciones. Los precios del mercado fluctúan dependiendo de las buenas o malas noticias sobre los beneficios futuros de las compañías y de la apetencia que el mercado muestre por las acciones en cada momento. Ambos factores no son ajenos a la manipulación.
Los esquemas de retribución del directivo que pueden causar sobrevaloración de las acciones de la compañía son los que persiguen alinear sus intereses con los de los accionistas entregándoles cantidades importantes de acciones o de opciones sobre acciones. Es en estos casos en los que el directivo puede sentir la tentación de hacer subir artificialmente el precio de las acciones en el mercado para ver crecer su patrimonio. Se produce así la paradoja de que un sistema retributivo ideado para solucionar un problema de agencia entre accionistas y directivo agrave el problema que pretende resolver. O dicho de manera más sencilla, los esquemas de retribución a los directivos no son suficientes para proteger a los accionistas de la deslealtad y la codicia.
Siempre habrá en el mercado gentes dispuestas a aprovechar en beneficio propio la manipulación de precios que hagan otros. En ellos están los aliados de los esquemas retributivos perversos.