El legado de Caruana

Jaime Caruana presidió ayer su último consejo como gobernador del Banco de España y se despidió con un discurso lleno de recomendaciones para que el Gobierno corrija el modelo de crecimiento económico y logre prolongar uno de los ciclos de actividad más longevos de la historia de España. Admitió que la economía española se desenvuelve con un desempeño nominal admirable, con éxitos evidentes en la creación de empleo, los beneficios de las empresas y el acercamiento a los niveles de riqueza relativa de los países de la UE. Pero la euforia nominal no le ha impedido recordar los riesgos reales.

Caruana convirtió su discurso en una petición de reformas tendentes a flexibilizar los mercados, todos ellos, para evitar que las rigideces en la formación de precios sigan minando los escasos y valiosos márgenes de competitividad que el sistema aún tiene. Los cambios en el mercado laboral deben ser, dijo, más ambiciosos que los pactados hace un mes, con una rebaja decidida del coste del despido, y es necesario acometer una reforma de las pensiones para esperar con tranquilidad el envejecimiento progresivo de la población. Debe ejecutarse una política fiscal restrictiva para enfriar el calor generado en la actividad con la gestión monetaria expansiva importada con el euro, que ha puesto a las familias, con las atractivas condiciones de inversión, en grave riesgo financiero si hay cambio brusco de condiciones monetarias o laborales. Y se debe también recomponer la variable más sólida del crecimiento, la productividad, hoy castigada de forma alarmante.

El gobernador se despide con un discurso que alerta de los vicios del proceso acelerado de crecimiento, y de los que todos los agentes son responsables. Los gobiernos han sido complacientes con el escenario. Pero éste no es perdurable sin un decidido ánimo reformista que haga en buena medida abstracción ideológica.