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Columna
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Los 'hedge funds' y el riesgo del mercado

La entrada en vigor de la circular de la CNMV que da luz verde a la comercialización de 'hedge funds' en España ha reavivado el interés por estos instrumentos. El autor analiza las características de estos vehículos de inversión cuya diversidad de estrategias contribuye a dar variedad al mercado

El tema de los hedge funds vuelve a tener un cierto interés. Ello no debe sorprender en un momento en el que los mercados están nerviosos, los precios de las materias primas muestran un comportamiento desconocido por razones generacionales para la mayor parte de los profesionales que se ocupan de ellas y en algunos entornos comienza a hablarse de la relación de estos fondos con el riesgo sistémico del sistema financiero. No en balde el señor Bernanke dedicó a este tema su intervención en la Conferencia sobre Mercados Financieros organizada por el Banco de la Reserva Federal de Atlanta el 16 de mayo.

Los hedge funds nacieron cuando alguien (Alfred Winslow Jones) se propuso ganar dinero tanto si el mercado subía como si bajaba. Para ello pensó que la mejor solución era crear un vehículo o fondo de inversión que tuviera simultáneamente en su cartera posiciones largas y cortas. Esto es, compró acciones para tenerlas en cartera y simultáneamente vendió acciones que previamente había tomado en préstamo (y que en su momento debería comprar en el mercado para devolverlas). Como por aquellas fechas en EE UU los fondos de inversión no estaban autorizados a vender en corto, nuestro hombre limitó la participación en el fondo a un puñado de inversores adinerados y se evitó tener que discutir sus operaciones bursátiles con el regulador del mercado.

Este vehículo ha evolucionado en tantas direcciones desde aquella simple concepción que resulta difícil encontrar hoy una definición suficientemente comprensiva y comprensible. Subsisten no obstante características originales: son fondos con libertad para invertir en lo que quieran, pueden endeudarse y aumentar su rentabilidad gracias a este apalancamiento, suelen imponer restricciones temporales al reembolso de las participaciones (cláusulas lock-up) relativamente largas, y si las cosas salen bien, sus partícipes ganan mucho dinero.

Hasta ahora, los profesionales de estos fondos solían definirlos como vehículos de inversión ofrecidos a los inversores de manera privada, no al público en general, administrados por gestores que persiguen rendimientos absolutos elevados. En la jerga del sector, estrategias de rendimientos absolutos son aquellas cuyas rentabilidades no dependen de los activos en los que invierten, sino de las habilidades del gestor para operar con el apalancamiento, las ventas en corto, los arbitrajes y un largo etcétera de ingeniosos artefactos financieros.

A pesar de que debería ser una buena noticia que haya gente que gane dinero, los hedge funds no tienen buena prensa. En parte, porque la falta de transparencia sobre sus inversiones y rentabilidad, aunque necesaria para actuar con libertad en el mercado, puede servir para ocultar la incompetencia o deslealtad de sus gestores. En parte, porque algunos críticos afirman que estos fondos conspiran para hundir compañías o monedas y especulan con materias primas haciendo subir artificialmente sus precios. Otros subrayan que como sus excepcionales rentabilidades se basan en alto apalancamiento, si las cosas van mal contribuyen a empeorarlas.

Los defensores de estos instrumentos sostienen que las cosas no son tan simples. No hay que olvidar que los mercados funcionan mejor cuando los inversores obtienen información de fuentes diversas y llegan a conclusiones no idénticas. La variedad de estrategias inversoras de los hedge funds, a diferencia de la de los fondos de inversión corrientes, contribuye a dar variedad al mercado. La opacidad de sus operaciones y carteras impide que unos gestores copien las estrategias de otros, algo usual en los de inversión.

Varios trabajos académicos han aportado evidencia que indica dos cosas: que los gestores de estos vehículos no actúan en manada -o en rebaño, si se prefiere- y que las rentabilidades que obtienen difieren mucho entre ellos, mucho más de lo que difieren las rentabilidades entre los fondos de inversión corrientes.

Los gestores de hedge funds defienden que estos vehículos juegan un papel benéfico para los mercados de capital en base a cuatro consideraciones. Primero, permiten que los inversores institucionales diversifiquen sus carteras, toda vez que las estrategias de rendimientos absolutos de los hedge funds presentan una correlación baja con los activos (acciones y bonos) que componen mayoritariamente sus inversiones. En segundo lugar, gracias a su activa participación en la negociación son una fuente de liquidez para los mercados.

Tercero, como persiguen aprovechar ineficiencias temporales de precios, utilizan análisis más completos y sofisticados que los usualmente disponibles, con lo que trasladan esa información al mercado vía cotizaciones y contribuyen a una formación más eficiente de los precios.

Finalmente, como sus partícipes aceptan periodos de reembolso largos, los gestores no se ven obligados a seguir la corriente (comprar cuando sube porque hay nuevas suscripciones y vender cuando baja porque hay más reembolsos) y no amplifican la volatilidad del mercado. Es más, en la medida que parte del patrimonio de los inversores se desplace de vehículos que siguen el mercado a los que no lo hacen, la volatilidad total disminuirá, como a la luz de ciertos estudios parece que ha ocurrido con la eclosión de hedge funds en los últimos años.

Con todo, el volumen de inversiones que estos fondos manejan, la cantidad de instituciones que en ellos tienen depositadas sus esperanzas y las estrechas relaciones que mantienen con el sector bancario hacen que cada día reciban más la atención de las autoridades financieras preocupadas por su contribución al riesgo sistémico. No se puede olvidar que para justificar las altas comisiones que los gestores de estas opacas instituciones cobran a sus clientes, no sólo sus rentabilidades, sino también sus riesgos habrán de ser excepcionales.

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