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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La libertad de empresa de Iberia

La decisión anunciada por Iberia de suprimir la mayoría de sus rutas desde el aeropuerto de El Prat ha provocado una polvareda proveniente del mundo político y empresarial que es, como mínimo, preocupante. Y es así porque, una vez más, representantes políticos de distintos signos vuelven a desplegar un manto intervencionista del que les cuesta despegarse. Muchas de sus opiniones olvidan que Iberia es una empresa privada, que se debe a sus accionistas y a su cuenta de resultados.

El anuncio de la compañía es, desde ese punto de vista, coherente con su estrategia de convertirse en una aerolínea de red, con el centro de distribución en la nueva terminal T4 de Barajas, y en la que adquieran más peso la rutas de largo recorrido mientras lo siguen perdiendo las domésticas. Y en esa lógica empresarial también encaja que, de estas últimas, opte por las rentables y deseche las deficitarias. Se podrá estar o no de acuerdo, pero es la estrategia diseñada por la dirección de empresa, que está en su derecho de acertar o equivocarse. Serán los clientes quienes la juzguen.

Pero más preocupante resulta la actitud de ciertos sectores empresariales, que llegaron a insinuar el boicot como medida de presión a la aerolínea. Con el caso del boicot al cava catalán la pasada Navidad ya han podido constatar lo absurdo de estos posicionamientos, cuyo resultado es desvirtuar las reglas más elementales del mercado y la competencia que están obligados a respetar. Ayer, el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona dio ejemplo al modular la tensión, abogar por las soluciones negociadas y asegurar que la economía catalana no tiene por qué verse perjudicada por la decisión de Iberia. El Gobierno, acertadamente, reconoció que Iberia es muy libre de reestructurar su red de rutas en base a criterios económicos.

La libertad de empresa sufre demasiado a menudo ataques a los que conviene responder sin dilación. Lo deseable sería que este guirigay a costa de El Prat sirva para abrir un debate, constructivo y exento de interferencias políticas ineficaces, sobre el modelo aéreo que debe implantarse en España.

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