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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reajuste natural de las divisas

El Fondo Monetario Internacional (FMI) busca una estrategia de consenso para desarmar de forma controlada los desequilibrios económicos del planeta y evitar una crisis general. El G-7 ha recogido el guante y ha empezado por pedir, de forma directa, un reajuste de divisas. En concreto, pide a las economías con altos superávits externos que flexibilicen sus tipos de cambio para permitir un aterrizaje sin dificultades de EE UU. Han llegado a insinuar que sería bueno un compromiso colectivo, a la manera del logrado en 1985 en el Hotel Plaza de Nueva York.

El primer aludido es China, que tiene maniatada la cotización del yuan frente al dólar. El simple anuncio del fin de semana ha generado ya un pequeño seísmo con epicentro en Tokio. El temor a que una revaluación china arrastre a las divisas de su zona de influencia, entre ellas el yen japonés, provocó ayer una fuerte caída en la Bolsa de Tokio (casi un 3%), acompañada de una apreciación de la moneda, tanto frente al dólar como frente al euro. La divisa europea reaccionó también con un alza frente al billete verde.

Esta pequeña simulación de lo que las autoridades pretenden es el instrumento más rápido para solucionar una parte de los problemas, pero debe luchar contra la fuerza descomunal del mercado. Para bien o para mal, los flujos de capital mundial siguen buscando refugio en el dólar. Los excedentes de liquidez del crecimiento saneado de Asia y de las ventas de un petróleo cada vez más caro fluyen como ríos caudalosos hacia los activos en dólares, cada vez más atractivos a corto plazo por las subidas de tipos por la Reserva Federal.

Por ello, los mensajes del director gerente del FMI se centran en una corrección paralela de los desequilibrios. Pretende que el mercado reequilibre de forma natural las paridades y evite una crisis brusca. Pide más ahorro en EE UU, reformas y liberalización en Europa, control fiscal en Japón y libertad cambiaria en China. Sólo así la soberanía de los mercados, a la que se aferra Europa para mantener la capacidad exportadora que da un euro débil, puede solventar el problema.

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