Dependencia energética
La crisis desatada por la decisión de Irán de poner fin a su moratoria nuclear y los ataques contra instalaciones petroleras en Nigeria están impulsando al alza los precios del petróleo (el Brent superó ayer los 64 dólares por barril) y dañando la confianza de los inversores. Irán es el segundo productor de la OPEP, superado sólo por Arabia Saudí, y el cuarto exportador de petróleo del mundo. Nigeria es el mayor productor africano y el sexto de la OPEP. Entre ambos bombean el 7,5% del petróleo que se vende en estos momentos en el mundo, de ahí que los mercados se muestren tan sensibles a los últimos acontecimientos.
En el caso de Irán, sería conveniente agotar las vías diplomáticas antes de plantear ninguna sanción económica a través de Naciones Unidas. Tanto Rusia como China tienen importantes intereses comerciales en Irán, pero no son los únicos que pueden verse afectados por la posible imposición de sanciones contra este país. De hecho, un hipotético bloqueo a las exportaciones iraníes tendría como efecto inmediato un encarecimiento adicional de los precios petrolíferos que dañaría directamente a las potencias sancionadoras. No es fácil, pues, encontrar una vía coercitiva que resulte eficaz sin dañar a terceros. La república iraní lo sabe y parece dispuesta a echar este pulso a las grandes potencias occidentales.
Sea cual sea el desenlace de esta crisis, su estallido debe servir como un toque de atención adicional sobre la excesiva dependencia de Europa de los combustibles fósiles. Algo que ya puso en evidencia la reciente guerra del gas entre Rusia y Ucrania. Europa debe replantearse su política energética con urgencia.
Es preciso impulsar de manera mucho más activa la implantación de fuentes de energía renovables y de mecanismos para mejorar el uso eficiente de la energía (sancionando con dureza cualquier derroche). Pero además sería bueno reabrir, con serenidad y huyendo de maniqueísmos, el debate nuclear.