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Guillermo Solana

'No es verdad que el arte moderno tenga problemas con el público'

Modigliani, Chagall, Hopper. Los maestros de la modernidad se suceden en su agenda de futuras exposiciones. Quiere que el público las vea sin agobios y recupere la íntima experiencia de mirar la obra de arte.

Guillermo Solana (Madrid, 1960), doctor en Filosofía, crítico y comisario de arte, se incorporó el pasado 1 de septiembre a su despacho en el Museo Thyssen, desde donde dirigirá la política artística de la pinacoteca madrileña, visitada en 2004 por más de 680.000 personas. El suyo ha sido 'un aterrizaje suave'. Entre los retratos de Giovanna Tornabuoni, de Ghirlandaio, y de Enrique VII, de Holbein, sus favoritos, piensa en futuras exposiciones. Van Gogh, Modigliani, Chagall, Constable, Hopper, De Kooning, Bacon o Freud. Guillermo Solana seguirá exponiendo a los maestros de la modernidad, aunque quiere ir ocupando posiciones en la segunda mitad del siglo XX.

¿Cómo han sido sus primeros días al frente del museo?

No ha habido sorpresas. He tenido un largo tiempo de aprendizaje. Mi preparación fundamental fue la exposición Gauguin y los orígenes del simbolismo, donde aprendí desde dentro como funcionaba el museo y estreché mi relación con Tomàs Llorens. Ha sido un aterrizaje muy suave.

Tomàs Llorens aseguró en una entrevista que a usted le esperaba el periodo más difícil, el de la consolidación del museo.

No estoy seguro de ello. Lo más difícil es alcanzar el prestigio y ese prestigio está ganado. Hay que tratar de no perder el aprecio del público, sin hacer cosas que algunos están dispuestos a hacer. El reinado del marketing en los museos está conduciendo a veces a extravagancias. No vamos a ir por ese camino. Nos interesa que el público nos quiera, pero no vamos a montar cualquier circo.

¿Qué quiere ofrecer el museo al público?

Este museo tiene un cierto estado de gracia con la gente. Creo que tiene que ver con el nombre Thyssen, con la baronesa Carmen Thyssen, con la sensación de recibir de pronto una colección internacional que nadie esperaba. Esa especie de agradecimiento, de afecto, incluso de los que no visitan el museo, es algo que no deseo perder y quiero potenciar. Ciertas exposiciones no se pueden mejorar, porque no hay espacio para que venga más gente; otras, sí. Trataremos que la afluencia sea más regular. Procuraremos traer a todo el público que sea posible, siempre en condiciones adecuadas, para que pueda ver las obras tranquilamente, disfrutar de la exposición. No vamos a convertir el museo en un metro en hora punta. Durante unos años la gran obsesión ha sido traer a las masas. Ahora, los directores en todo el mundo piensan en recuperar lo que en otro tiempo tuvo más importancia: la intimidad de la experiencia del espectador. Visitar un museo es una experiencia social, poca gente acude sola. No significa dar al museo un tono melancólico, excesivamente imponente, queremos que el museo sea muy agradable de visitar.

No tendrá margen de maniobra en la programación hasta 2007. ¿Tiene alguna idea de exposiciones futuras?

He hablado de una exposición sobre Van Gogh, aunque todavía no sé que formato tendrá. Me gustaría hacer una retrospectiva de Modigliani, un pintor importante de la modernidad que la gente adora, y de Chagall, otro caso muy parecido. Creo que es mentira que el arte moderno tenga problemas con el público. Tiene problemas con algunas cosas de arte contemporáneo, el público no conecta con ellas. Voy a seguir exponiendo a los maestros clásicos de la modernidad como ha venido haciendo este museo, porque están en nuestra colección y porque es lo que la gente pide. Organizaremos también una exposición de John Constable en 2009, autor que está presente en la colección Thyssen y en la de la baronesa. Luego tengo otras ideas; por ejemplo, me gustaría hacer una gran retrospectiva sobre Hopper, aunque todavía no he dado ningún paso, y otra sobre Willem de Kooning. Seguramente también algo de la Escuela de Londres o quizá dos de sus representantes, Bacon y Freud, que es una pareja con muchísima fuerza y muy popular. Quiero ir ocupando posiciones en la segunda mitad del siglo XX. El museo tiene en sus colecciones obras importantes de este periodo, pero hasta ahora no se había aventurado en él. Ya hay programada una exposición de contexto de Rauschenberg.

Ha manifestado que le gustaría que las negociaciones para la compra por el Estado de la colección de Carmen Thyssen llegasen a buen puerto.

Como conservador jefe quiero que mi colección crezca y la de Carmen Thyssen está hecha a medida de este museo. Se ha ido comprando con las mismas líneas que tenía la colección del barón, en muchos casos, llenando lagunas. Nada me gustaría más que la colección se comprara, pero yo no tengo ninguna responsabilidad en la negociación.

Conservador jefe por unanimidad

El patronato del Thyssen-Bornemisza designó el pasado 4 de mayo conservador jefe a Guillermo Solana, en sustitución de Tomàs Llorens, quien meses antes había presentado su renuncia por razones personales.Ambos profesionales estrecharon su amistad y relación de colaboración intelectual durante la exposición Gauguin y los orígenes del simbolismo, de la que Guillermo Solana fue comisario y que atrajo a más de 450.000 visitantes.Su elección como conservador jefe del Museo Thyssen se produjo por unanimidad, aunque algún miembro del patronato tenía sus propias ideas sobre el candidato. Francesca von Habsburg-Lothringen, hija del fallecido barón Thyssen, consideraba que el conservador jefe del museo debía tener una reputación a nivel internacional, contactos con las instituciones y agentes del mundo del arte, experiencia en el comisariado de exposiciones, entre otras habilidades.¿Ha logrado convencer el conservador jefe del Thyssen en estos cuatro meses de que se ajusta al perfil? Guillermo Solana cree que el problema era que Francesca tenía su propia idea del museo -'una idea con cierta distancia porque no vive el museo de cerca', precisa-, y tenía claro su propio candidato (Norman Rosenthal, historiador del arte, comisario de exposiciones y miembro del patronato). 'Nuestra relación personal fue muy cortés. Creo que cuando Francesca vio que la mayoría del patronato se pronunciaba por mi candidatura, razonablemente pensó que la unanimidad con la que se han adoptado siempre las decisiones en el patronato era muy importante para el museo y no se debería romper', afirma Guillermo Solana.

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