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Tribuna
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Europa se hace en las crisis, también con Blair

Al declarar que Europa está en una crisis profunda, Jean-Claude Juncker, el todavía presidente de la UE, mostraba la imagen de una Cumbre que acababa en un estrepitoso fracaso. Una nueva imagen de pesimismo tan repetida en el proceso de construcción europea que comenzó hace poco más de medio siglo.

Desde el pasado sábado los titulares de los principales medios de comunicación hablan de una Europa rota, caótica, dividida, débil, avergonzada..., en definitiva, una Europa en crisis profunda. En mi anterior reflexión en estas mismas páginas, sobre el no de Francia y de los Países Bajos al proyecto de Constitución, recordaba a uno de los padres fundadores de esta Europa, Jean Monnet, y el método de las realizaciones concretas que recomendaba para avanzar en la integración europea, y que probablemente nos saltamos en el proyecto de Constitución.

Vuelvo a referirme a Monnet para tratar de paliar en lo posible el pesimismo radical que se ha desbordado y que viviremos durante algún tiempo. Hace más de medio siglo Monnet pronosticó, y hasta ahora el tiempo y los resultados le han dado la razón, que Europa se hará en las crisis y será el resultado de la suma de las soluciones aportadas para resolver estas crisis. Y esto lo predecía para una Europa donde la dificultad de alcanzar acuerdos era mucho menor que en la actual. Este pensamiento de Monnet debe dirigir nuestros esfuerzos para superar la actual crisis y no caer en el alarmismo de algunos que se han apresurado a ver a Europa rota y dividida y hasta desearían verla sin uno de sus mayores éxitos, el euro. Europa está en crisis y por ello justamente se deben buscar soluciones.

La mayoría coincide en señalar la urgencia de encontrar soluciones a tres problemas: el financiero, el político (la Constitución) y una ampliación que puede quedar en el aire.

Para el primero de ellos habrá que conciliar dos filosofías presupuestarias hoy enfrentadas: por un lado la de los países que desean mantener intacta la estructura de ingresos y gastos tradicional y, en el otro, la de aquellos que insisten en la necesidad de revisar el sistema presupuestario para hacerlo más eficaz. Es bien cierto que en el momento actual, con una población agrícola que no llega al 5% del total de población activa de la Unión, es difícil justificar que se dedique a este sector el 45% del Presupuesto. No es extraño que muchos ciudadanos se sientan alejados del proceso de integración europea.

En lo que concierne al proyecto de Constitución europea, éste puede darse por enterrado. De momento la mayoría de países que todavía no lo han ratificado lo han encerrado en el frigorífico, y parece improbable que franceses y holandeses sean de nuevo llamados a votar. Conclusión: el proyecto está muerto. Pero, cuidado, lo que no está muerto es el contenido del proyecto que, con otro formato y algunos arreglos, podría volver a ser presentado. No olvidemos que más de una decena de países lo han ratificado y que algunos países comprometidos con la moneda única saben muy bien lo importante que sería avanzar en la integración política para estabilizar y asegurar el futuro de la moneda única.

Y, finalmente, nos quedan las futuras ampliaciones. En principio no parece que peligre la de Bulgaria y Rumanía y el Consejo ha reafirmado que el porvenir de los países balcánicos está en Europa. Turquía es diferente y habrá que esperar al 3 de octubre, fecha en que debe arrancar el proceso de negociación para su adhesión prevista en principio para 2015, y... eso está muy lejos.

Pensando en positivo todo tiene solución, pero se necesita liderazgo, y ahí es donde los ciudadanos europeos debemos aplicarnos. Hay que encontrar líderes. El actual eje franco alemán está ya totalmente desterrado, habrá que ver cómo progresa la crisis interna francesa y el resultado de las elecciones de septiembre en Alemania. Aquí sólo podemos tener esperanzas a medio plazo.

La esperanza más inmediata sólo puede proporcionarla el primer ministro británico Tony Blair, quién, ayer, en su presentación del programa de la Unión Europea para los próximos seis meses, mostró una cara totalmente opuesta a la que utilizó en la pasada cumbre de Bruselas. Blair se ha presentado como un apasionado europeísta, que desea casar los ideales europeos con el mundo moderno en el que vivimos. Un Blair que dice creer en una Europa como proyecto político y con una fuerte dimensión social, un Blair que no piensa aceptar nunca una Europa que sólo sea un mercado. ¿Será Blair ese líder que necesita Europa?

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