Las señales de un despido inminente
Los expertos en recursos humanos examinan los despidos con la misma meticulosidad con la que un naturalista clasifica un insecto. Gracias a ello, muchos aseguran poder identificar las características que convierten a un empleado más o menos feliz en un parado en potencia. ¿Es posible adivinar cuándo uno va a ser despedido? Según Nicolas Buisson, director general de Michael Page para España y Portugal, lo es. Junto a Charles-Henri Dumon, presidente de la compañía para Europa Continental y América del Sur, Buisson es autor de una obra que se publicará próximamente en España, Los siete secretos de los que nunca están en paro (Gestión 2000.com), en la que se enumeran las señales que anuncian un despido inminente.
La primera de ellas responde a la lógica económica de la empresa. 'Si aparecen problemas como una disminución de beneficios o la llegada de competidores poderosos o nuevas tecnologías que amenazan la continuidad del puesto, hemos de plantearnos un eventual cambio', explica Buisson. Relacionado con ese factor, Enrique de Mulder, presidente de Hay Group, añade el trabajar en un sector susceptible de subcontratación. 'Si se trabaja en departamentos que hoy en día se subcontratan cada vez más, como el de seguridad o el de informática, hay que contar siempre con esa posibilidad'. Dolores Sánchez, directora de organización de la consultora Ajilon, recuerda que el verse inmerso en un proceso de fusión o de compra de la propia empresa añade un tercer peligro: la duplicidad del puesto. 'Normalmente en esas situaciones cada uno sabe quien está mejor posicionado y quien va a quedarse fuera', señala.
Analizar si uno tiene la jornada ocupada o si, por el contrario, observa relajadamente y desde la distancia los rostros agobiados de los compañeros es otra forma de prever el futuro. 'Hoy en día ninguna empresa puede permitirse gente que no trabaje al 100%', señala el presidente de Michael Page. Si a esa circunstancia se añade el descubrir que el puesto está remunerado por encima del mercado, el riesgo se duplica, aunque lo contrario tampoco garantiza que se esté a salvo. 'Un salario bajo o estable puede deberse a que el puesto no es indispensable', advierte Buisson. Detalles como la sospechosa disminución del número de reuniones en las que se participa, los proyectos que se dirigen, los mensajes electrónicos que se reciben o las consultas que se acumulan sobre la mesa pueden dar una idea de la tormenta que se avecina. 'Es la idea de sentirse relegado, de contar cada vez con menos responsabilidades', señala Dolores Sánchez.
Si se ha cometido un error grave y nadie habla de ello en la empresa, empiece a pensar en lo peor
También existen circunstancias que entran en el ámbito de las relaciones personales y que nada tienen que ver con la valía profesional, como no llevarse bien con el jefe o con los compañeros. 'Los que caen bien a sus superiores e inferiores raramente son despedidos, del mismo modo que no lo son aquellos que poseen carisma. Estos vínculos afectivos hacen que la empresa no se imagine funcionando sin esas personas, que forman parte de su cultura', apunta Nicolas Buisson. Una opinión que comparte Enrique de Mulder, quien señala la mala relación con el jefe y la escasa popularidad en la empresa como un riesgo que incrementa claramente la posibilidad de despido.
Si se ha cometido un error importante y nadie habla de ello es aconsejable pensar en lo peor, del mismo modo que si se recibe una evaluación negativa o si no se recibe en absoluto. 'Las empresas tiene unos sistemas de valoración que pueden dar una idea de cuál es nuestra posición frente a un eventual despido', sostiene De Mulder. Tener más de 45 años (en caso de una reestructuración, por ejemplo) o notar cómo de pronto los compañeros se muestran distantes son otras señales a tener en cuenta. 'Los colegas suelen estar al corriente de lo que ocurre antes que el interesado. Si las noticias son malas, se sentirán incómodos y nos evitarán', concluye Buisson. Es, en pocas palabras, la clásica soledad del perdedor.
El temible síndrome del 'bonus' perdido
El esperado momento del reparto del bonus en muchas empresas se convierte finalmente en la declaración pública de que un empleado ha comenzado a caer en desgracia. Si usted ha recibido un cuantioso bonus cada año y, de pronto, el importe de esa gratificación se reduce o, lo que es peor, desaparece, vaya ampliando horizontes. Es lo que algunos especialistas en recursos humanos denominan el síndrome del bonus perdido. 'Aquí la primera señal de que te van a despedir es que te quitan el bonus. Es una forma de decirte que te vayas buscando otro puesto', explica, por ejemplo, un abogado de una prestigiosa firma legal en Madrid.'Cuando se produce una subida general de salario y se excluye a una persona o cuando se le retiran beneficios retributivos extra de los que disfrutaba antes hay que pensar que algo va mal', explica Dolores Sánchez, directora de organización de Ajilon.