Cuando Europa estornuda
El jarro de agua fría sobre las expectativas económicas europeas que han supuesto las rebajas de expectativas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo ha pasado de tapadillo por los mercados financieros. Ya se sabe que no hay más sordo que el que no quiere oír.
Por mucho que el anglocentrismo del mercado se haya agudizado hasta el extremo en los últimos años, la constatación de que el crecimiento en 2005 puede ser testimonial en la principal zona comercial del mundo no puede ser pasada por alto. Uno de los problemas que quita el sueño a algunos inversores es el déficit de Estados Unidos, y los responsables económicos de este país han señalado que no se necesita una caída del dólar sino una mayor tasa de crecimiento en zonas como la Unión Europea. De este modo Estados Unidos podría aumentar su volumen de exportaciones y solucionar el desequilibrio comercial.
Por ello el mercado debería preocuparse, al menos por un momento, por Europa. Pero parece estar a otra cosa. Hoy se publican los datos de empleo del mes de febrero en Estados Unidos, y todas las señales apuntan hacia una fuerte creación de puestos de trabajo. Luego la locomotora estadounidense, alimentada con políticas expansivas a nivel presupuestario y monetario y remendada en demasiados aspectos, avanza. En Europa la ortodoxia apenas sirve para pedalear, lo justo para no caerse de la bicicleta.
Lógicamente es el buen momento de EE UU lo que permite a los inversores seguir confiando en el mercado. Lo cierto es que la economía europea cuenta menos que la estadounidense incluso para la evolución de las Bolsas en el Viejo Continente.
Pero si Europa no contribuye a consolidar la recuperación de la economía mundial, esta recuperación será más complicada. Sólo un motor la impulsaría, el del consumo estadounidense, y éste no puede dar mucho más de sí. Estados Unidos tira balones fuera cuando se alude a los desequilibrios. Pero tampoco le falta razón cuando habla de la necesidad de una Europa más dinámica.