Con o sin Oscar, el vino gana
El éxito de la película 'Entre copas' pone de moda los caldos en EE UU
Una de las cosas que puede lamentar el espectador de la película Entre copas (Sideways en su versión original) es no tener a mano un buen caldo mientras disfruta en el cine de una de las películas más sorprendentes de la temporada.
El apetito por una copa crece a lo largo de un metraje en el que dos amigos en plena crisis de los 40 se embarcan en un viaje que tiene como telón de fondo la cata de vinos de la californiana región de Santa Bárbara. Pocas veces una excusa para un viaje de cine ha sido tan rentable, a pesar de que la película, ganadora del Globo de Oro, haya conseguido sólo uno de los Oscar (guión adaptado) de los cinco a los que estaba nominada.
El deseo de abrir una botella de la muy loada variedad de pinot noir, el favorito de los protagonistas, se mantiene fuera de la sala de cine hasta el punto de que la película del director Alexander Payne ha afectado de forma significativa y positiva al consumo en EE UU. Según la firma de análisis de mercado AC Nielsen las ventas de vino de la variedad pinot noir han crecido un 16% sobre el año anterior. En California las ventas son un 33% mayores. 'Es una uva difícil, no es una sobreviviente como el cabernet. El pinot noir necesita atención constante', explica el protagonista masculino entendido en vinos, el obsesivo y deprimido Miles (Paul Gimetti).
Con semejante prosa, el aura de este vino se ha acrecentado y sus ventas han despegado. El Highliner, el pinot noir que se sirve en el Hitching Post (un vino real de una bodega real en un restaurante real), venerado por Miles, ha aumentado sus ventas un 500%.
En EE UU, como en muchos países con menos tradición que la europea en la producción vinícola, es frecuente que a la hora de comercializar predomine la variedad de la uva sobre la denominación de origen, que en muchos casos es genérica de un país o un estado como el californiano.
Sube el pinot noir
El incremento es importante porque, hasta ahora, el más popular de los vinos era el merlot, algo más asequible, y la subida del pinot noir se ha producido al tiempo que la película ha ido adquiriendo categoría de obra de culto. Para tranquilidad de muchos productores, las ventas del merlot no se han hundido, simplemente han aumentado las de la otra variedad y eso a pesar de que el protagonista, en uno de los momentos más histriónicos del guión, asegura a su amigo que si en la cena a la que van a asistir 'alguien pide merlot, yo me voy. Yo no bebo ningún jodido merlot'. Muchos expertos se han apresurado a señalar que a pesar de esa enérgica (e hilarante) exclamación la botella favorita de su bodega particular, a la que se refiere en varias ocasiones, es una mezcla de las variedades merlot y cabernet.
Que los americanos se han quedado con lo mejor de la película, el interés por el vino, lo revela el hecho de que el personaje femenino principal, Maya (Virginia Madsen) critica negativamente un syrah de unos viñedos que, como la mayoría en la comedia, existen en la realidad (Andrew Murray, del mismo nombre que su dueño). 'Demasiado alcohol anula la fruta', sentencia. Las ventas, asegura Murray, no han bajado.
Furor por el turismo enológico en Santa Bárbara
Que esta película es un claro ejemplo de lo que en publicidad se ha dado en llamar product placement (publicidad integrada dentro de la narrativa) se observa bien a las claras en el hecho de que el condado de Santa Bárbara, en particular el valle de Santa Inés, está viviendo una actividad turística sin precedentes cuando en materia de vinos, el liderazgo turístico enológico siempre lo han tenido las áreas de Napa y Sonoma en la misma California. Ya no es fácil conseguir mesa en el Hitching Post cuando antes no era habitual siquiera hacer reserva.En el condado de Santa Bárbara las autoridades de turismo se han dado prisa en imprimir 40.000 copias del mapa de Sideways, en el que se señalan las bodegas, restaurantes y hoteles donde transcurre alguna escena de la película.El dueño del restaurante, Frank Ostini, se ha convertido en una celebridad que dice no se acostumbra a verse a sí mismo en los programas de televisión en los que cuenta que los turistas se llevan las servilletas del bar como recuerdo. Ostini ha dicho a The Wall Street Journal que los americanos de la Costa Este llaman a sus amigos cuando están en su restaurante diciendo: 'adivina donde estoy'. Ostini y su Highliner son una celebridad al otro lado del mapa de EE UU, donde sus vinos están en los escaparates de las tiendas especializadas de la exigente Manhattan con el cartel de 'Estos son los de Sideways'. Ya no hace falta aclarar más.