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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La libertad y sus falsos defensores

El consejo de administración de Sogecable acordó ayer por unanimidad solicitar al Gobierno permiso para emitir en abierto durante las 24 horas del día. La empresa, que en estos momentos emite seis horas al día de programación sin codificar a través de Canal Plus, pide para ello que se modifiquen las condiciones del contrato suscrito en 1989. Una solicitud apoyada por todos los colectivos relacionados con la industria audiovisual: desde la federación de productoras hasta los anunciantes, pasando por las asociaciones de consumidores.

Los únicos que rechazan de plano que Sogecable pueda emitir en abierto son los grupos que ya cuentan con televisiones privadas en abierto o con licencias de televisión digital. Los primeros (Antena 3 y Telecinco), porque aspiran a perpetuar una foto fija en la industria audiovisual que les permite maximizar sus beneficios (eso sí, reclamando al mismo tiempo que se prohíba el acceso de TVE al mercado publicitario). Los segundos (Recoletos, Unedisa -editora de El Mundo- y Vocento), porque sus prometedoras licencias digitales no han resultado tan lucrativas como esperaban cuando las consiguieron, con el Gobierno de José María Aznar.

Los detractores de la emisión en abierto de Sogecable han recurrido a argumentos tan peregrinos como que no existe espectro suficiente para más canales analógicos o que en el plazo que resta hasta el apagón analógico resulta imposible rentabilizar la inversión. El primero no tiene ninguna solidez desde el punto de vista técnico y el segundo sorprende por su candidez: si la emisión en abierto resulta o no rentable, es algo que compete única y exclusivamente a Sogecable y sus gestores, que habrán de rendir cuentas ante sus accionistas.

Los desaforados ataques del frente liderado por Telecinco y Antena 3 tienen como único fundamento el temor a tener que repartir la jugosa tarta publicitaria. Paolo Vasile y Maurizio Carlotti, sus gestores, no sólo tienen legítimo derecho a defender su negocio, sino que están obligados a ello ante sus propios accionistas. Pero faltan gravemente a la verdad cuando aseguran que la emisión en abierto de Sogecable sería 'contraria a las reglas que rigen la competencia, al agravar la posición de dominio en el mercado de los derechos audiovisuales'. No hay nada que atente más contra la libre competencia que la ausencia de competidores. Eso es lo que siempre ha defendido, en este y en otros campos, el Grupo Prisa, editor de Cinco Días, y accionista de Sogecable junto a Telefónica, Vivendi, BBVA, El Corte Inglés, Caja Madrid y miles de pequeños accionistas.

Que Maurizio Carlotti, hombre de confianza de Silvio Berlusconi en Telecinco hasta 1999, y Paolo Vasile, actual consejero delegado en la cadena del varias veces imputado dignatario italiano (en su país y en el nuestro), se arroguen el papel de defensores de la libre competencia recurriendo a argumentos tan falaces resulta ridículo. Hay límites que no deberían sobrepasarse jamás. Especialmente cuando lo que está en juego es la pluralidad en un ámbito tan crítico para una democracia como es la información. Es la libertad lo que nos estamos jugando.

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