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Lealtad, 1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los viejos refranes que todavía valen

El mercado cerró ayer en récord de los últimos años. Pero casi sin proponérselo y prácticamente sin dar tiempo a los inversores de cambiar el chip, puesto que la mayor parte de ellos estarían probablemente barruntando las causas y posibles consecuencias de los descensos de unas pocas sesiones atrás.

Los bajos niveles de volatilidad de la Bolsa dan pie a este tipo de situaciones; el mercado se mueve en rangos tan estrechos que vaivenes de escaso calado son suficientes para romper soportes o resistencias. Normalmente se asume que la volatilidad baja es uno de los síntomas de un mercado alcista o, al menos, de un mercado en el que la tendencia no tiene visos de cambiar. De hecho, es lo que ha ocurrido en los últimos meses.

Es un argumento con trampa, pues no está clara la causa y el efecto o, dicho de una forma más vulgar, si fue antes el huevo o la gallina. En cualquier caso, la baja volatilidad se puede interpretar bien como una ausencia de estímulos, bien como una ausencia de reacciones. O, en un lenguaje más claro, como una situación en la que el inversor no sabe a qué atenerse y puede permitirse el lujo de hacer apuestas moderadas.

Una situación, pues de incertidumbre que no puede ser del todo mala, ya que según el viejo refrán la Bolsa deja de subir cuando el último inversor bajista se vuelve alcista. En ese momento no quedan más inversores que convencer, luego el único escenario posible son las ventas.

Es extraño aplicar refranes inventados en los años 20 ahora que la información -que es lo que genera cambios en los precios- fluye a la velocidad de la luz hacia millones de personas. Pero un mercado con exceso de información puede desatar las mismas asimetrías que uno donde la información escasea. En ambos casos sólo un puñado de inversores tiene la imagen completa de la situación, ya sea por indisponibilidad de datos, ya por incapacidad para interpretarlos. Lo que induce a concluir, como siempre, que todo está inventado y que los viejos refranes valen.

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