Cuatro años para poner coto a los déficit y reforzar el crecimiento
Con más promesas que detalles, el presidente de EE UU se ha dirigido a los americanos durante la campaña electoral hablándoles de recortes de impuestos permanentes, la sociedad de los propietarios en los que los ciudadanos tendrán control directo (y mayor riesgo) sobre sus pensiones y sus servicios médicos, la creación de empleo, la dependencia del petróleo y la reducción a la mitad de un déficit presupuestario de proporciones históricas.
La mayoría de los analistas considera imposible cuadrar todas estas variables de la forma en la que ha sido transmitida a los votantes y creen que es momento de que Bush se enfrente a los problemas desde un punto de vista más real y menos electoralista. Lo que esperan es que se consolide de forma sólida el crecimiento de la primera economía del mundo, la que aún sigue tirando de la mundial.
Para los economistas, las organizaciones internacionales e incluso el circunspecto presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, los problemas más acuciantes a los que hace frente el país son la incapacidad para generar empleo de forma robusta, pese a que la economía en los últimos seis trimestres ha crecido por encima del 3%, y los déficit gemelos (por cuenta corriente y presupuestario). En este sentido, se repiten las llamadas a la prudencia y la necesidad de rectificar estos números rojos porque esta legislatura es la última antes de que se empiecen a jubilar en masa los primeros miembros de la generación de los 'baby boomers', algo que drenará recursos de la caja de un Estado que ingresará menos.
El déficit presupuestario, de 413.000 millones de dólares este año, causa además ansiedad entre los analistas económicos porque su tamaño ata las manos al presidente en caso de que la economía necesite un mayor estímulo fiscal.
Por lo que se refiere a los números rojos en la cuenta corriente, la actual situación está provocando que la devaluación del dólar se mantenga y se haga más profunda. El objetivo es rebajar el precio de las exportaciones de este país para dejar de ver cifras récord de déficit comercial. La presión de este desequilibrio puede forzar a la Reserva Federal a subir los tipos de interés, algo que desde la autoridad monetaria preferirían hacer con más calma tras la subida que se espera en noviembre.
En su condición de presidente reelecto, Bush no tiene que esperar hasta enero y la toma de posesión oficial, para empezar a perfilar un presupuesto que en febrero tiene que enviar al Congreso. Ese será el primer movimiento económico de un presidente en su última legislatura y el primer examen sobre sus promesas para animar una economía aparentemente sana pero que crea incertidumbre.
La tarea es difícil porque la posible privatización de la Seguridad Social (pensiones), la entrada en vigor del nuevo Medicare, la asunción por parte de los planes de garantías de pensiones públicos de muchas de las crisis industriales (el acero y posiblemente las aerolíneas) va a pasar una alta factura al Estado mientras que el presidente tiene que financiar programas de salud, educación, infraestructuras, sanidad y defensa.
En el flanco exterior, se espera que el presidente siga adelante con una agenda que contemple la apertura de los mercados internacionales, algo que debe dar un impulso a la ronda de liberalización comercial y consolidar sus relaciones con China.
El textil, la primera prueba
En enero de 2005 se liberalizan los mercados mundiales del textil. Es una fecha que lleva muchos años marcada en el calendario y que ahora despierta muchas suspicacias en EE UU. Muchos productores del país, en estados que han decantado su voto por Bush , están pidiendo al presidente que vuelva a traicionar sus credenciales de defensor de la apertura de mercados (como ya lo hizo con la industria del acero) e imponga una moratoria a la importación de ciertos productos de China. De momento la Casa Blanca no se ha pronunciado sobre este particular.