El BCE dará la batalla del rigor fiscal frente a los políticos
La reforma del Pacto de Estabilidad provoca tantas discrepancias como otrora su aplicación. Las filas ortodoxas del rigor fiscal, con el BCE a la cabeza, se aprestan a resistir una reforma que, a su juicio, relajará peligrosamente la vigilancia presupuestaria en la zona euro.
El comisario de Economía, Joaquín Almunia, ha conseguido, por ahora, el primer objetivo que se había propuesto con el proyecto de reforma del Pacto de Estabilidad presentado el 3 de septiembre: abrir el debate. Pero las contundentes posiciones de los actores que han intervenido desde entonces auguran una encarnizada batalla antes de que Almunia pueda concluir la reforma.
Las propuestas de Almunia de prolongar el periodo de corrección de los derrapes fiscales (ahora fijado en un año) y de ampliar los motivos que pueden justificar temporalmente un déficit por encima del 3% del PIB (ahora sólo se permite en casos de recesión de más del 2%) han atraído, de momento, pocos adeptos más allá de Francia y Alemania, países que violan el Pacto desde hace dos años.
Y frente a ese tímido entusiasmo, la reacción ha sido mucho más virulenta entre los adversarios. La primera y demoledora descarga del Bundesbank contra la reforma se ha visto secundada por el Banco Central Europeo. Su presidente, Jean-Claude Trichet, aprovechó la semana pasada la caja de resonancia que le ofrecía el Parlamento Europeo para calificar de 'muy peligrosas' las ideas avanzadas por Almunia.
Los banqueros centrales temen que un mayor grado de discrecionalidad en la aplicación de las normas someta la aplicación del Pacto a un continuo mercadeo entre los ministros de Economía que acabe desvirtuando el marco presupuestario y socavando la credibilidad del euro. Esa temible perspectiva podría obligar a endurecer la política monetaria para restaurar la confianza con tipos de interés más elevados.
'Siempre que estoy fuera de la zona euro mis interlocutores se preguntan cómo podemos tener una moneda única sin un gobierno económico común ni un presupuesto federal', explicó Trichet a la Eurocámara. 'El Pacto es lo que da esa coherencia tan necesaria'.
'Por supuesto que el Pacto es imprescindible', coincide el ministro galo de Finanzas, Nicolas Sarkozy. 'Todo depende de cómo se aplique'.
La reforma, precisamente, 'pretende mejorar los fundamentos económicos del Pacto y reforzar su credibilidad y aplicación', señala Almunia en las respuestas por escrito que ha enviado a la Comisión de Economía del Parlamento Europeo ante la que deberá defender el siete de octubre su programa de trabajo para los próximos cinco años.
La misma división se repite en el sector privado. La gran patronal (Unice) pide que se mantenga el Pacto tal y como está; las pequeñas y medianas empresas (UEAPME) dan la bienvenida a la reforma, y los sindicatos (Etuc), sólo un voto de confianza.
La disciplina se resquebraja
El balance fiscal de cinco años de unión monetaria arroja en los 12 países del euro un déficit global del 2,7% en 2003, cota similar a 1997. El esfuerzo de consolidación que precedió al lanzamiento de la moneda en 1999 permitió alcanzar el equilibrio permitió alcanzar el equilibrio un año después, pero inmediata expansión del gasto aprovechando la bonanza explica, a juicio de la CE, las dificultades de varios países de la zona euro para respetar el Pacto de Estabilidad. Alemania, Francia, Holanda, Italia, Grecia, Bélgica y Portugal incumplen uno o los dos parámetros del Pacto (3% de déficit y 60% de deuda como máximo).'El Pacto, como marco de las políticas presupuestarias nacionales, ha caducado', sentenció recientemente un informe presentado por el antiguo ministro francés de Economía, Dominique Strauss-Kahn. Su aplicación está suspendida de facto desde el pasado mes de noviembre, cuando los ministros de Economía se negaron a poner en marcha el mecanismo sancionador contra Berlín y París. La última ampliación de la UE ha convertido en mayoría a los países que no pertenecen al euro, lo que hará más difícil aún mantener la disciplina.