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Tribuna
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Cambiarla para salvarla

Repensar la televisión. España necesita replantearse a fondo cuál va a ser el futuro de RTVE, ante una doble evidencia. Por una parte, el ente devora recursos a una velocidad de vértigo y con una ineficiencia considerable. Por otra, la televisión se encuentra en puertas de un cambio tecnológico sin precedentes.

Además de ser el objeto de frecuentes polémicas, debe constatarse que la propia existencia de RTVE es una cuestión no exenta de polémicas. Con frecuencia se producen manifestaciones que abogan por su desaparición, y ciertamente hay que reconocer que la historia de RTVE ha ido proporcionando acumulativamente argumentos de peso a favor de las posturas abolicionistas. Sin embargo, parece que el sentir general de la sociedad española es otro, y en esa línea un estudio de Sigma Dos realizado en 2002 indica que el 88% de los encuestados está a favor de que exista en España una radiotelevisión pública estatal. Por su parte, nuestro ordenamiento jurídico lo contempla como una realidad legal, y recientemente los órganos de la Unión Europea han confirmado de manera expresa que su existencia es compatible con el mercado comunitario. En definitiva, podemos concluir afirmando que RTVE dispone de plena legitimidad de origen.

Aceptado lo anterior, el reto es añadir a la de origen la legitimidad de ejercicio o expresado de otro modo, lograr que la sociedad española apruebe a RTVE por su funcionamiento. Lo anterior requiere cumplir adecuadamente con la función de servicio público (cuyo contenido legal fue definido ¡por fin! al término de 2001), y hacerlo con el menor coste posible. Es decir, alcanzar la eficacia social unida a la eficiencia económica. Dado que ésta última condición constituye la auténtica asignatura pendiente de RTVE, nos centraremos en ella.

El entorno de RTVE evoluciona hacia un escenario en el que, de una parte, la presión de la sociedad española, que conforme se hace más madura es cada vez más exigente con la gestión de los recursos públicos, y de otra, los requisitos empresariales que van imponiendo los órganos de la Comisión Europea colocan la supervivencia de RTVE en dependencia directa del logro de su eficiencia económica, lo que obliga a realizar determinadas reformas.

La principal reforma consiste en redimensionar RTVE, tanto en sus medios, mediante el pacto laboral que lleva tiempo incubándose para ajustar significativamente la plantilla, como en su estructura de unidades de negocio para reducirla y racionalizarla.

En la segunda dirección expuesta suele sugerirse de modo recurrente la privatización de una de las dos cadenas de TVE, lo que en mi opinión ofrece más que dudas. En efecto, disponer de dos cadenas, además de proporcionar economías de escala en los costes y en la explotación de los productos, permite a la programación de TVE combinar la persecución de audiencias masivas con la emisión de programas no sometidos a la tiranía del share, para cumplir así simultáneamente con el doble objetivo de servicio público y de eficiencia económica. Por este motivo, la reducción de RTVE debe hacerse con otras unidades, eligiendo aquellas que con nula o muy escasa contribución al servicio público, inciden negativamente en el resultado económico de la empresa. Debe plantearse seriamente el mantenimiento del canal internacional de TVE, sus cinco canales temáticos, alguna o algunas de las seis emisoras de RNE, la Orquesta, el Coro, el IORTV, el sello discográfico… Desprenderse de todas o algunas de estas actividades le supondría a RTVE: en todos los casos una reducción de pérdidas, en algunos casos la obtención de recursos por la enajenación, y en su conjunto, concentrar la atención de la gestión en lo esencial.

Adicionalmente a su redimensionamiento, es necesario que en RTVE cambien también otros aspectos. Así, RTVE debe dejar de ser el financiador de determinadas actividades, pues siendo legítimo que el cine español, que nuestro deporte olímpico, o que la selección española de fútbol aspiren a ser (de uno u otro modo) subvencionados, va contra toda lógica que la subvención se realice a costa del resultado económico de RTVE.

A su vez, RTVE debe superar el tradicional déficit gerencial que por desgracia le ha acompañado. No le demos más vueltas, redimensionada o no, RTVE necesita ser dirigida por auténticos gestores que aúnen preparación, voluntad y responsabilidad, incluida la legal. Si se diera el primer paso modificando el estatus jurídico de RTVE transformándola en sociedad anónima, el conjunto de obligaciones y responsabilidades legales que afrontarían sus administradores haría mejorar notablemente la gestión.

Por último, en RTVE también deberían cambiar cosas en el entorno sindical, y los sindicatos debieran entender que RTVE debe ser ante todo empresa, pública sí, pero en todo caso empresa. En este punto, sería aconsejable que superando los vicios que acompañan al sindicalismo de nuestras empresas públicas, los sindicatos de RTVE facilitasen, cuando menos no dificultasen, que en la radiotelevisión pública se realicen los cambios imprescindibles para hacer que subsista.

Ex presidente de la Sepi

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