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Tribuna
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Sociedad de la información, ¿qué modelo para España?

En la presentación del informe eEspaña 2004 de la Fundación Auna, sobre el estado de la sociedad de la información en nuestro país, el profesor Emilio Ontiveros señaló, de forma muy oportuna, la incoherencia que supone nuestra condición de octava potencia económica del mundo en relación con nuestra situación en la posición 17 en el ranking de la UE de 25 países, según su desarrollo de la Sociedad de la Información.

Pero es que, además, ello tiene unas implicaciones que van más allá de la curiosidad que toda clasificación siempre despierta, en la medida en que puede afirmarse que, a medio plazo, nuestra potencialidad económica solo será sostenible con el correspondiente desarrollo de la sociedad/economía de la información.

Se trata, pues, de un tema lo suficientemente importante como para reflexionar en profundidad acerca de él, con una reflexión que debería comenzar por plantear una cuestión previa: ¿cuál es el mejor modelo para el desarrollo de la sociedad de la información en España?

El análisis comparativo de aquellos países que están en las posiciones de vanguardia nos lleva a la conclusión de que no hay un solo modelo de éxito, sino que son diversos los caminos que conducen a él. Pero a pesar de ello, sí es posible agrupar esquemáticamente estos caminos en torno a dos orientaciones estratégicas básicas: la de los que se vuelcan por extender el uso de las tecnologías, y la de los que se centran en potenciar la producción de nuevas tecnologías.

Corea del Sur sería un ejemplo de los primeros, de los que se centran en el uso, mediante un despliegue extensivo de infraestructura de banda ancha que le ha llevado a ser el país del mundo con más alta penetración de internet en los hogares.

Israel lo sería de los segundos, los que se vuelcan en la producción, al aprovechar sus capacidades tecnológicas para convertirse en una potencia mundial en este ámbito. Con una particularidad para ambos casos, y es que se trata de modelos asimétricos: mientras el basado en el uso (el coreano) no garantiza la innovación tecnológica, el centrado en la producción (el de Israel) sí suele conllevar un uso generalizado de las nuevas tecnologías por parte de la población.

En este sentido, es interesante destacar el caso de un país como Finlandia, que posiblemente sea el Estado del mundo que mejor haya logrado aunar uso y producción.

Intentando responder a la pregunta del modelo de España, parece recomendable apostar, dadas su situación y condiciones, por un modelo que cabría calificar de mixto (como el finlandés) por dos razones fundamentales: en primer lugar, porque su retraso en el nivel de uso de las nuevas tecnologías (exceptuando el caso de la telefonía móvil) exige de medidas específicas que lo incentiven, ya que sino es muy difícil que el gap existente se vaya acortando a corto plazo, y los retrasos en este campo no resultan inocuos.

Y, en segundo lugar, porque aún sin tener perspectivas de convertirse, al menos a medio plazo, en una potencia tecnológica de primer orden, España sí cuenta con el potencial suficiente para aspirar a ser y consolidarse internacionalmente como una potencia media tecnológica.

Este debería ser el modelo que inspirase la estrategia y planes de nuestro país en su desarrollo de la sociedad de la información.

Un modelo que, dada la estructura territorial de España en comunidades autónomas, tendrá que apoyarse necesariamente en el espíritu de superación de éstas para incentivar el uso de las nuevas tecnologías, mientras que para desarrollar su producción debiera articularse sobre su capacidad de networking y colaboración, tanto a nivel nacional como internacional.

De que acertemos, dependerá nuestra clasificación en la nueva geografía económica del mundo que se está configurando.

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