Demasiadas incertidumbres
La imparable escalada del precio del petróleo, que ayer se mezcló con el mal dato de creación de empleo en EE UU, está empezando a empañar lo que se preveía para septiembre como una rentrée cómoda. Los mensajes contradictorios de la OPEP, la errática evolución de la crisis de la petrolera Yukos y los incesantes enfrentamientos bélicos en Irak son los factores coyunturales que han contribuido a la inestabilidad del mercado del crudo y han provocado el encarecimiento de los últimos días.
La gran incógnita que queda por despejar es si este fenómeno en coyuntural, o si estamos ante cambios estructurales de calado. Es evidente que esta crisis está poniendo de manifiesto que la irrupción de economías asiáticas como la China o la India ya no es un futurible. Los mercados, muy especialmente los de las materias primas, ya han notado su empuje con notables alzas de precios en los últimos meses. Es indudable que los centros vitales de la economía mundial están cambiando. Además, la fortaleza del tirón de estos países está desatando que algunas voces den la alarma sobre el futuro de las reservas y sobre la política de producción a nivel mundial. Incluso se están intensificando las críticas sobre el funcionamiento de la OPEP, pues detrás del escaso éxito de sus mensajes descansa la falta de crédito de sus promesas. Una revisión en profundidad del cartel es aconsejable.
En el más corto plazo, la situación no es, ni mucho menos, de alerta roja. Es cierto que el precio del crudo está coqueteando con los máximos históricos en términos absolutos. Sin embargo, en término reales la foto fija actual dista mucho de ser comparable con la de las crisis de los setenta. Los analistas calculan que, teniendo en cuenta la inflación, los casi 40 dólares de entonces rondarían los 100 de hoy. Eso sin contar que la dependencia del petróleo es menor que en las fatídicas crisis de hace tres décadas.
Ello no significa, sin embargo, que haya que bajar la guardia. De momento, el fuerte aumento de los precios del petróleo está convulsionando los mercados de valores y arrastrándolos a la baja. Ayer mismo, cierto es que con el inestimable apoyo del nefasto dato de empleo de EE UU, los mercados se desplomaron, con Madrid perdiendo las ganancias que llevaba en el año. La jornada se completó con el hundimiento del dólar y el bono estadounidense. A la espera de cómo reacciona el mercado la próxima semana a un dato tan específico como el estadounidense, desde el punto de vista del inversor, las petroleras se perfilan como las grandes beneficiadas del encarecimiento del crudo. Aunque no se debe olvidar que si la escalada sigue, llegará un momento en que el consumo se resienta.
Este es, junto con un inevitable aumento de la inflación, el gran temor macroeconómico. Sobre todo si el panorama se complica y el brent se dispara más. Los expertos calculan que, de prolongarse la actual situación, el crecimiento de la zona OCDE podría bajar dos o tres décimas. A ello se suma la evolución de los tipos. El BCE acaba de decidir mantenerlos en el 2%. Por contra, el Banco de Inglaterra los ha colocado en el 4,75%, tras subir un cuartillo. El turno es ahora para la Reserva Federal. El martes puede poner el precio del dinero en el 1,5%. En suma, demasiadas incertidumbres.