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Tribuna
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¿Un pozo sin fondo?

Con un breve repaso a las hemerotecas de la última década observaremos que el debate sobre la financiación de la sanidad pública es un tema destacado, especialmente al principio de cada legislatura. Y ahora volvemos a estar en el mismo punto de siempre: una discusión sobre el copago que resulta estéril si no se sitúa en el contexto preciso.

Cualquier ciudadano sabe que, si algo le sale gratis, consume más de lo que consumiría si el precio actuara como barrera de acceso. Esto es lo que sucede cuando estamos asegurados. No es que salga gratis porque la póliza tiene un precio, pero en el momento del consumo no pagamos. Todos deseamos estar asegurados porque nunca sabemos el día que nos pondremos enfermos y cuánto nos costará. Y aquí empieza la primera contradicción: deseamos cubrir el riesgo y al mismo tiempo esto nos genera exceso de consumo y falta de autocuidado.

A partir de ahí, ¿qué podemos hacer? Pues tratar de poner alguna barrera al consumo. Así que el copago nace para atenuar el consumo fruto de estar asegurados. La pregunta inmediata es: ¿cuál es el nivel de copago que disuade la utilización de prestaciones efectivas? El problema es doble. Sin discriminar por efectividad, el profesor Martin Feldstein decía que deberíamos imponer un copago del 66%, para que la pérdida de bienestar por exceso de consumo equivaliera al valor de mancomunar riesgos. Otros, como Manning y Marquis, indicaron que el 50% debería ser el valor de referencia. Pero cuando la efectividad de una terapia juega un papel, las cosas se complican. El copago debería ser menor cuanto mayor fuera la efectividad. Todos sabemos que hay prestaciones en nuestro Sistema Nacional de Salud cuya efectividad como mínimo es revisable.

El debate pasa por evaluar el impacto del copago actual y hasta qué punto encontrar un consenso para reformarlo

En cualquier caso, si en el Sistema Nacional de Salud hemos decidido que el acceso a las prestaciones es independiente de la disponibilidad a pagar de cada ciudadano, lo que nos dicen los copagos es precisamente lo contrario. Y ya tenemos la segunda contradicción. La primera afecta a todo tipo de seguro, público y privado. La segunda, al público exclusivamente ¿Hay alguna salida? Por supuesto.

El límite en copagos anuales por unidad familiar según nivel de renta es la aproximación que permite atenuar exceso de consumo con mantener acceso a los servicios. En la actualidad ya hay copagos y disponibilidad a pagar en el caso de la población activa y los medicamentos, por tanto el principio no se rompe porque ya está roto. Lo que conviene ahora es llevar a la práctica una política de copagos que no busque aumentar la financiación, porque los copagos no han nacido para esto. Lo necesario son copagos en función de la efectividad de las prestaciones y con límite anual familiar proporcional al nivel de renta.

Alguien dirá con razón que hay unos costes administrativos en todo ello pero debe estudiarse en la mejor opción de utilización de las tecnologías de la información junto con los procedimientos de declaración de la renta.

Lo que ciertamente falta al sentido común es pagar un euro por visita. Los costes administrativos son mayores y no limitaría el consumo. Del mismo modo, falta al sentido común aumentar el copago de los medicamentos indiscriminadamente. Debemos tener en cuenta que un 5% de la población consumidora de medicamentos asume el 46% del copago total que se realiza en España. Por consiguiente, lo más necesario es reformar el sistema de copago que suavice el impacto para aquellos que están enfermos y son población activa estableciendo un límite en copago anuales, así como copagos ligados a efectividad.

El debate no está en copago sí o no. El debate acertado pasa por evaluar el impacto del copago actual que tenemos y hasta qué punto es posible encontrar un consenso político para reformarlo, precisamente porque ya es inequitativo. Ante alguien que pide mayor gasto se le debe exigir que explique en qué lo va a gastar para mejorar la salud de la población y ante el que puede adoptar comportamientos saludables y no lo hace también.. Mientras uno siga la pista del 'yo quiero más y más' puede que convenza a más de uno que la sanidad es un pozo sin fondo, aunque creo que conmigo no lo conseguirán.

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