Los límites de Zapatero
Arranca la nueva legislatura con un Congreso plagado de caras nuevas (el 45% de los diputados estrenan escaño), un Senado con aire de transitorio (el PSOE se ha fijado como prioridad reformar esta Cámara para convertirla en un auténtico foro de representación territorial) y un Ejecutivo empeñado en cambiar el talante a la hora de gobernar. José Luis Rodríguez Zapatero ha pedido a los diputados socialistas que se conviertan en 'los ojos, los oídos y el corazón' de los ciudadanos y que no caigan en el error, bastante extendido, de aislarse de la sociedad tan pronto como se instalen en la carrera de San Jerónimo. Además, se ha comprometido a cumplir su programa electoral 'sin imponerlo'. Es decir, buscando el máximo consenso posible para los numerosos e importantes cambios legislativos que piensa poner en marcha en estos cuatro años.
El PSOE cuenta con una mayoría suficiente para gobernar, pero no tan abultada como para poder imponer su rodillo. Sí cuenta, a priori, con el apoyo de Izquierda Unida y de los principales grupos nacionalistas en asuntos como la reforma del modelo de financiación autonómica o la revisión de la Ley de Calidad de la Enseñanza. Pero en absoluto se trata de un apoyo incondicional. Habrá que negociar, y mucho.
El espíritu de diálogo que propugna Zapatero supone un soplo de aire fresco tras cuatro años de mayoría absoluta en los que el Partido Popular optó por imponer sus tesis sin ceder un ápice de terreno, aunque sólo fuese en aras de un mayor consenso parlamentario. Un talante de confrontación que provocó el aislamiento absoluto del PP en las Cámaras y convirtió en imposible cualquier pacto poselectoral. No sorprende, pues, que haya surgido en el Congreso ese espíritu de 'todos contra el PP' y contra las leyes que aprobó en solitario.
Sin embargo, Zapatero sabe bien que este frentismo anti PP pasará tan pronto como haya que sentarse a negociar, párrafo a párrafo, las nuevas leyes. Y las reformas pendientes tienen el suficiente calado como para provocar disensiones importantes tanto entre los distintos grupos parlamentarios como en el seno del propio bloque socialista.
Para sacar adelante los cambios de los estatutos de autonomía, la redefinición -con éxito- de la política exterior española, una política industrial que garantice la competitividad futura de nuestras empresas o el necesario pacto de Estado para frenar la espiral en los precios de la vivienda será necesario que todos los grupos hagan un ejercicio riguroso de responsabilidad política. Así que anunciar, con carácter unilateral, que no se aplicará una ley aprobada por el anterior Congreso porque no fue 'consensuada' con otros grupos no es, ni mucho menos, un buen ejemplo de lo que debe ser la nueva legislatura.
Una cosa es el diálogo y otra muy distinta la política de barra libre para todos. Zapatero hace bien en querer reforzar sus reformas con el apoyo del mayor número posible de representantes legítimos de los ciudadanos. Pero tendrá que marcar bien, y muy pronto, dónde están los límites que no piensa, ni puede, tolerar.