Voluntarios a la fuerza
En temas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) -que abarca muchos aspectos- hay un debate de fondo en el que las posiciones son de verlo 'o medio lleno o medio vacío'. El propósito de esta reflexión es destacar las fuerzas dinámicas que están moviendo el entorno de las empresas hacia una de las posiciones de este debate.
Algunas personas consideran que la respuesta de las empresas ante temas de RSC debe venir marcada por una clara normativa, ya que de otra manera las empresas no se autorregularán -hay un excesivo incentivo al oportunismo- y seguirán desarrollando iniciativas en contra de la sostenibilidad (en su amplio sentido) del planeta. Sin embargo, hay otros puntos de vista que consideran que las empresas, en mercados eficientes, tenderán a actuar voluntariamente en la dirección marcada por las directrices de la RSC, autorregulándose sin necesidad de aumentar el peso de las normas. Estas dos hipótesis de comportamiento en gran medida parten de los valores de la persona que las plantea, por tanto no es cuestión de afirmar que una esté equivocada o no, sino de plantearse hacia dónde se está moviendo el entorno de la empresa, que sin duda condiciona su comportamiento.
En este sentido, y simplificando el análisis, podemos agrupar las empresas que se mueven en dirección hacia la RSC, en dos categorías: las que lo hacen por miedo y las que lo hacen por interés. Por miedo entendemos aquellas cuya gran preocupación es el alto riesgo que se pueden encontrar ante escándalos por actuaciones en contra del medioambiente, los derechos humanos o por decisiones discutibles por estar excesivamente a favor de los gestores o directivos de la empresa.
Tanto las ONG, como los accionistas activistas están empujando a esta categoría de empresas a caminar por el terreno de la autorregulación forzada ya que, en algunos temas, estas empresas sobrepasan la normativa existente, o aplican normas que en principio por su dimensión o circunstancias (no cotizan en Bolsa, por ejemplo) no tendrían que cumplir.
Dentro de las que actúan por interés, podemos incluir aquellas que tradicionalmente son conscientes de la preocupación del consumidor y la capacidad motivadora para los empleados; sin embargo, se está produciendo un cambio en unas fuerzas que van a impulsar en gran medida el interés en muchas más empresas. El sector financiero está empezando a impulsar con fuerza mediante dos frentes. Por un lado los bancos empiezan a considerar la utilización de filtros medioambientales y sociales a la hora de conceder préstamos, según la aplicación que se va a dar a estos fondos, en línea con la iniciativa internacional que impulsan 'Los Principios de Ecuador' que están demostrando gran capacidad de afiliar entidades financieras relevantes.
Por otro lado, los gestores de fondos empiezan a considerar más aspectos que los económicos, a la hora de evaluar las perspectivas a largo plazo de las empresas donde invierten. El éxito en licencias y volumen de fondos asociados a los índices DJSI y FTSE4good, son una buena muestra de esta tendencia. Reforzando el argumento, recientes estudios demuestran que apostar por la sostenibilidad no va en contra de la rentabilidad y valoración de la empresa. Por último, una fuerza que también está impulsando el proceso es la propia dinámica competitiva. Las empresas empiezan a percibir el interés de posicionarse estratégicamente frente a la RSC cuando sea algo diferencial y no cuando sea un mínimo cumplido por todos. En este sentido, la influencia de los rankings refuerza el interés de la empresa por moverse hacia zonas más cercanas a la RSC para capitalizar esa sensibilidad de consumidores y empleados antes comentada. En definitiva, las empresas empiezan a pasar de razones de evitar riesgos a argumentos de aprovechar oportunidades de posicionarse en un entorno que las leyes y el propio interés les están señalando.