Ciudades traumatizadas
El psiquiatra Luis Rojas Marcos asegura que conocer la verdad de lo que pasó es imprescindible para iniciar el proceso de reconstrucción del tejido social
A Madrid se le ha mudado el semblante. La desolación tras el horror vivido el 11-M, la impotencia, el miedo, se ha instalado en el alma colectiva de la ciudad, más allá del sufrimiento de quienes han vivido la tragedia de cerca. Madrid se mira en el espejo del Nueva York del 11-S. Con la respiración aún contenida y la mirada enrojecida, los madrileños se preguntan ahora cómo restañar las heridas, una vez que se vaya extinguiendo el eco público de tanto horror y finalicen los rituales del duelo.
Los expertos creen que durante mucho tiempo quedará un poso de tristeza y reflexión. Que, como ocurrió en Nueva York tras el 11-S, siempre habrá un antes y un después en la memoria colectiva. La atrocidad se ha repetido, pero también se verá de nuevo la enorme capacidad humana de recuperación.
'Los seres humanos necesitan ver y planificar su futuro. Cuando esa sensación se resquebraja por una crisis como la de Nueva York o Madrid surge el miedo', afirma Luis Rojas Marcos, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York y jefe de Sanidad y responsable de los hospitales de aquella ciudad cuando se produjeron los atentados contra las Torres Gemelas.
La masacre de Madrid rompe la falsa ilusión de seguridad y agudiza el sentimiento de ser vulnerables
Rojas Marcos niega que el hecho de que Madrid sea, desgraciadamente, una ciudad acostumbrada a los atentados terroristas vaya a mitigar el sufrimiento colectivo, porque 'éste es mayor cuantos más traumas se acumulan'.
Dolor y compasión, empatía con las víctimas y familiares, pero también indignación e incluso impulsos transitorios de venganza. El psiquiatra cree que cualquiera de estos sentimientos son 'reacciones normales ante una situación anormal'.
Itziar Fernández, catedrática del departamento de Psicología Social de la Uned, explica que los ciudadanos 'tienen la necesidad de creer que las cosas se pueden controlar'. Es lo que se conoce por los psicólogos sociales como el 'falso consenso', según el cual, 'todos piensan que las cosas negativas no le ocurren a él, siempre le ocurren a otro'. El alcance de las masacres en las dos ciudades rompieron de golpe con este 'falso consenso'. Las víctimas dejan de ser anónimas. Se pierde entonces 'la ilusión de seguridad' de 'ser inmunes'. Se agudiza la conciencia de 'vulnerabilidad e incertidumbre', y es así como, pasado el estado inicial de shock, la sociedad tiene que empezar a acostumbrarse a 'una nueva normalidad', explica Luis Rojas Marcos.
No obstante, el profesor subraya que 'las personas no nos sentimos tranquilas hasta que no encontramos explicaciones a las cosas'. En su opinión, por eso es tan importante para el proceso de recuperación social la información que den las autoridades para conocer la verdad de lo que pasó. 'Dar sentido a lo ocurrido forma parte imprescindible del proceso de reconstrucción', afirma.
Itziar Fernández asegura que ayudar al desarrollo de rituales y prácticas que impliquen honrar la memoria y el diálogo simbólico con los desaparecidos y recordar los hechos de forma compartida constituye también parte de este proceso de reconstrucción del tejido social. 'El fin que se persigue con la recuperación de la memoria es dignificar a las víctimas, orientar a los supervivientes hacia el futuro y reforzar la identidad social', explica.
Aprender de lo mejor de Nueva York
Las imágenes de Madrid han llegado a la conciencia colectiva de Nueva York. Esta ciudad vivió el trauma del terrorismo a gran escala, curó sus heridas con solidaridad y un acercamiento entre desconocidos poco usual y ahora, dos años y medio después, recoge los frutos de la calma tras la tormenta.Según Darwin Buschman, de la Asociación Americana de Psiquiatría, 'la voluntad colectiva de ayudar fue muy importante, la gente olvidó tensiones previas, de tipo racial, por ejemplo, y se unió. Nos acercaba el hecho de que todos éramos parte de la tragedia'.Este psiquiatra hace una lectura positiva tras el trauma. Y es que una vez que se muestra lo mejor de una ciudad, ese sentimiento permanece. 'En cierta medida, hay una compensación positiva', añade. 'Esta era una ciudad mucho más agresiva e impaciente antes. Me sigue sorprendiendo que la gente ya no proteste por todo y tengan más paciencia'. Para Buschman, el sentimiento de la compasión es más fuerte ahora en una ciudad que ha estrechado la distancia entre sus habitantes.Este psiquiatra negaba que todo el trauma haya traído como consecuencia un aumento de la paranoia colectiva. 'Creo que durante el apagón del verano, incluso cuando la gente no sabía qué pasaba, el comportamiento fue ejemplar, no hubo histerismos colectivos y la gente volvió a compartir de forma natural'.Paranoia no, pero 'preocupación apropiada' si. 'Creo, y esto lo digo a nivel personal, que cada vez es más difícil confiar en que estos ataques puedan prevenirse'. En esta asociación otros especialistas creen que la herida no está cerrada del todo y que los ataques han contribuido a que el pulso de la ciudad sea más lento, más reflexivo. El peso de la tragedia sigue existiendo y se aprecia el esfuerzo por hablar cada vez menos del 11-S.Pero la conciencia colectiva sabe, y Madrid lo ha recordado, que ha habido cambios. La ciudad ha reforzado sus defensas pero el viernes se criticaban las pocas medidas de seguridad en el transporte terrestre.'No hay miedo', explica otro de los psiquiatras de la asociación, 'hay un sentimiento de resignación y de que éste no es el mundo que vivieron nuestros abuelos'.