Deuda sin fin
Pagar la factura mensual de la tarjeta de crédito se ha puesto cuesta arriba, y no todos los americanos lo hacen. O, al menos, no del todo. Eso es lo que muestra en su última medición el índice de Crédito de Cambridge (ICC), que analiza mensualmente la actitud de los consumidores ante el crédito.
Según su último informe, publicado el viernes, el 32% de los consumidores sólo paga una parte de esta factura (y la mayoría, menos de la mitad del total). El 29% no usa la tarjeta y los que pagan religiosamente se quedan en 39%. La tendencia no es saludable, ya que hace un año, los buenos pagadores llegaban al 43%.
Este informe vio la luz el mismo día que se supo que en febrero apenas se habían creado 21.000 nuevos puestos de trabajo, a pesar del crecimiento económico. Informes previos apuntan a que, por este motivo, se va erosionando la confianza de unos ciudadanos que, sin embargo, siguen consumiendo. De hecho, una de las conclusiones del ICC es que no se han detectado planes de poner límites al gasto. æpermil;sta podría ser una buena noticia para una economía que depende del consumo, pero si la deuda crece hasta el punto de que afrontarla sea imposible, entonces, empiezan las complicaciones.
Y crece muy rápidamente. Según la Reserva Federal el ritmo de aumento en enero fue del 8,6%, el mayor en ocho meses, algo que ha permitido consolidar el récord de dos billones de dólares en deuda pendiente por parte de los consumidores. Este cálculo no incluye los préstamos hipotecarios.
Este crecimiento no afecta solo a los hogares. A mediados de febrero, la deuda nacional del Gobierno llegó a los siete billones de dólares, según el departamento del Tesoro. Para poner esta cifra en perspectiva, baste recordar que el PIB estadounidense es de 11 billones.
Cruzar la barrera de los siete billones significa que el Tesoro tiene que estar preparando ya una petición al Congreso para lograr una autorización que permita elevar el endeudamiento público por encima del último límite impuesto, exactamente 7,38 billones. Se calcula que se llegue a esta cifra entre junio y octubre y que ponga en aprietos durante la campaña a George Bush. El presidente ya ha tenido que oír, incluso desde las filas de su partido, que es un irresponsable fiscal.
Así las cosas, en lo que va de 2004 se está manteniendo la tendencia que en este sentido se ha experimentado en 2003, un año del que ya se tiene una foto completa. En este ejercicio, la deuda nacional total, que excluye las obligaciones de bancos e instituciones financieras, creció un 8,1%, el ritmo más rápido desde 1988. La de los hogares creció el 10,4%, y el Gobierno federal amplió sus préstamos un 10,9%. Sólo las empresas mantuvieron el cinturón apretado.
Según la Reserva, la deuda total creció 1,7 billones el año pasado para llegar a 22,4 billones de dólares. El Ejecutivo Federal es responsable del 18% de ésta, mientras que los locales lo son del 7%. Las empresas se hacen cargo del 33%, y los hogares del 42%.
Al presidente de la Reserva, Alan Greenspan, no le preocupa tanto la deuda de los hogares, por que ha subido también el valor de sus activos, pero la pública ya le provoca más dolores de cabeza. Para Allen Sinai, autor de un estudio sobre los peligros del défici junto con el ex secretario del Tesoro Robert Rubin y el economista Peter Orszag, esta cuestión es 'una bomba de relojería'.