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Columna
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Todo aprovecha para las urnas

Del cerdo todo se aprovecha, como suele repetirse en el mundo campesino. También se dice que 'todo aprovecha para el Convento', y cuando llegan las campañas electorales comprobamos que algunos tienden a considerar bueno todo lo que engorda las urnas, sin escrúpulo alguno. Enseguida atenderemos a la explotación electoral del caso Carod, pero antes se imponen algunos apuntes elementales sobre el aprovechamiento del cerdo. Primero, para indagar por qué más allá de las ventajas económicas y de las excelencias gastronómicas del cerdo en sí, que hubiera dicho Heideger, ha sido común en estos reinos que se hiciera de su matanza una gran fiesta.

El paso del tiempo ha borrado el rastro de estas costumbres festivas y los recién llegados han perdido el sentido inicial de tan gozoso encuentro, donde se resaltaban las virtudes del cooperativismo -'con ayuda del vecino, mató mi padre un cochino'-. Pero la fiesta de la matanza era la ocasión esperada para proclamar en público la limpieza de sangre, sin mezcla alguna de judaísmo, cuyas leyes consideran impuro comer carne de cerdo. Recordemos que la Inquisición ejercía también por todas partes una vigilancia efectiva sobre la dieta y de ahí que algunos judíos, para ahuyentar sospechas sobe la sinceridad de su conversión a la fe cristiana, único pasaporte capaz de evitarles la expulsión y la pérdida de sus bienes, hicieran exhibición de comer carne de cerdo, hasta tal punto de que en sus comunidades acabaran adjudicándoles para siempre el apelativo de marranos.

Ahora con este asunto del terrorismo etarra, como acaba de ponerse de relieve una vez más a propósito del caso Carod, parecería que estuviéramos encaminándonos de regreso a esos episodios de la limpieza de sangre y del pensamiento único y obligatorio. Menos mal que en el desafío a ese circuito inquisitorial trabajan pisando las tablas teatrales con hilarante acierto Albert Boadella y las gentes de Els joglars en su recuperación de El retablo de las maravillas de Miguel de Cervantes. La adaptación de la obra sirve para resaltar los engaños que llevan a la aceptación de verdaderas patrañas para no desentonar y de la ascensión social de personajes mediocres. En la obra de Cervantes dos pícaros -Chirinos y Chanfalla- venden unos retablos cuyas maravillas según aseguran sólo quedan ocultas a quienes tienen sangre judía o son hijos de matrimonio ilegítimo. Con semejante estratagema se garantizan que todos prefieran confirmar que ven lo que no hay para evitarse el rechazo social derivado de asumir el padecimiento de esa particular ceguera.

El Gobierno y el PP podrían haber evitado que ETA se convirtiera en el eje de la campaña electoral

Nos están llevando a una insufrible hartura. La misma que denunciaba ayer en su columna de The Internacional Herald Tribune John V. Whitbeck bajo el título A world ensnared by a word un mundo atrapado por una palabra, que empieza recordando cómo durante la entrevista televisada el 8 de febrero en el programa Meet the Press al presidente George W. Bush nunca le fue planteada cuestión alguna acerca del terrorismo, pero en sus respuestas utilizó 22 veces esa palabra 'para justificar cualquier cosa sobre el pasado, el presente y el futuro'. Nuestro columnista subraya la amenaza que subyace en una palabra que no ha podido definirse de forma unívoca y que está siendo utilizada para excusar toda clase de comportamientos inmorales y ajenos a la legalidad más elemental.

Como ha sintetizado el profesor Enrique Guerrero, es una presunción consistente el deseo de ETA de: dividir y enfrentar a Cataluña con el resto de España, perturbar al Gobierno tripartito de la Generalitat, enfrentar a los partidos constitucionalistas que firmaron el Pacto por las Libertades y contra el terrorismo, escindir al PSOE y al PSC y arruinar el liderazgo de Zapatero en Ferraz. Además está fuera de discusión que ETA pretende marcar la agenda de las elecciones, desestabilizar la situación política española, recuperar visibilidad, ganar proyección internacional, apostar por la continuidad del PP promotor de políticas incentivadoras de independentistas varios y bloquear soluciones que permitan la reforma del Estatuto de Catalunya dentro del marco de la Constitución.

El Gobierno y el PP podrían haber evitado que ETA se convirtiera en el eje de la campaña mediante la convocatoria del Pacto por la Libertades que en 'la emotividad de la circunstancia' hubiera permitido lograr una reafirmación de la estrategia antiterrorista, el reconocimiento del aislamiento político de los etarras y el reproche al dislate de Carod. Pero Aznar ha preferido potenciar al máximo el anuncio de ETA y apostar por la tergiversación de que el problema no es el terrorismo ni Carod sino Maragall y Zapatero. Entendido.

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