Debatamos el modelo fiscal
La reforma fiscal incluida en el programa electoral del PSOE es, sin lugar a dudas, el trabajo más exhaustivo hecho por un partido de la oposición en esta materia. En lugar de conformarse con una vaga promesa de bajada de impuestos, el PSOE ha optado por detallar algunos puntos esenciales de una reforma que tiene como objetivo simplificar el modelo fiscal, reduciendo el número de tramos, acercando el tipo máximo al impuesto de sociedades (lo que supone bajar del 45% actual al 35%, o menos si se cumple la promesa de bajar también este último gravamen), recortando el IVA y duplicando el mínimo exento de tributación.
Para compensar la inevitable pérdida de ingresos fiscales que provocaría esta reforma, los técnicos que asesoran a Zapatero proponen revisar un amplio abanico de deducciones, sobre todo en el impuesto de sociedades. En este bloque destacan las ayudas para la inversión en I+D, cuya eficacia es cuestionada incluso por el actual Gobierno y por las propias empresas supuestamente beneficiadas por ellas. Además existe un intenso debate en el partido sobre si tocar o no las deducciones en el IRPF.
La mayor objeción que puede hacerse a la propuesta socialista es que no está claro que un recorte en las deducciones sea suficiente para compensar el coste de la rebaja fiscal. Sobre todo si se tiene en cuenta que el programa incluye importantes aumentos del gasto en capítulos como la educación. El PSOE no ha especificado por ahora cómo piensa cuadrar las cuentas y aduce, con razón, que le es imposible hacerlo con absoluta precisión hasta que cuente con toda la información fiscal disponible y actualizada. Algo que sólo tendrá si gana las elecciones en marzo. Con los últimos datos disponibles de la Agencia Tributaria en la mano, parece difícil que la ecuación cuadre. Pero hay que recordar que el PSOE propone respetar el equilibrio presupuestario con carácter plurianual, lo que daría cierto margen de actuación en materia de déficit.
La propuesta socialista supone una invitación firme para debatir si el actual modelo fiscal puede mejorarse. Y cuestionar lo existente para mejorarlo es, precisamente, lo que debe pedirse a un partido en la oposición que aspira a tomar las riendas del país. El PP tiene ahora una ocasión de oro para recoger el guante lanzado por el PSOE y entrar en el debate con una réplica seria y rigurosa. Sin embargo, los usos y costumbres de la democracia -en este país y en muchos otros- incluyen el recurso sistemático a la demagogia para eludir el debate en profundidad de las propuestas de gobierno. Y más en tiempos de elecciones.
El Partido Popular parte con una clara ventaja en el debate fiscal porque tiene en su haber varias rebajas impositivas, que esgrime, con buen criterio, al hacer balance de los éxitos económicos de las últimas dos legislaturas. La fórmula tiene gancho electoral, a pesar de que la no deflactación de la tarifa ha hecho que los sucesivos recortes se diluyan a golpe de IPC. Para los votantes-contribuyentes, cada día más sofisticados en materia económica, sería bueno que el PP no se conforme con los mensajes electoralistas y acepte un debate electoral serio sobre cuál es el mejor modelo fiscal para el país.