Un sistema que necesita purgas
Hace 24 meses bullía en EE UU el escándalo Enron. Si se ha convertido en referencia de los escándalos financieros, no sólo se debe a que fue la mayor quiebra de la historia del país, sino porque dio pie a una oleada de investigaciones judiciales y administrativas que han intentado depurar el sistema. La propia Bolsa de Nueva York, numerosos fondos de inversión o la red de operadores de divisas de firmas de Wall Street detenidos ahora por el FBI -acusados de fraude a pequeños inversores, pero también a grandes bancos- han sido los últimos objetivos en el intento por sanear el sistema financiero.
La cuestión de fondo es si está tan podrido el sistema financiero estadounidense o, por el contrario, son estos escándalos públicos la prueba fehaciente de que se combaten las malas prácticas de manera ejecutiva y, a la vez, se mejora la regulación. Probablemente la respuesta deba ser afirmativa para ambas preguntas. Los fraudes contables, las recomendaciones engañosas de los analistas, las estafas en fondos de inversión y en el mercado de divisas no son timos de la estampita pensados de la noche a la mañana, sino el producto de años de supervisión insuficiente. Como prueba, la red desmantelada ahora por la operación Nickel Wooden (céntimo de madera) operaba hace dos décadas.
Desde que hace dos años, fiscales y reguladores entraron a fondo contra los delitos de cuello blanco, nada ha detenido la tendencia hacia el saneamiento del sector en EE UU. En Europa, y sobre todo en España, no se han detectado fraudes de tanto calado. Pero esto ha de servir para reforzar la guardia en la regulación. Porque el modo en que se han afrontado las investigaciones de casos como Gescartera y Eurobank, entre otros, hace pensar que, si el sistema financiero tuviese tantas vías de agua como el estadounidense, el público probablemente tampoco lo sabría.