El mensaje del Santander
El vicepresidente segundo y consejero delegado del SCH, Alfredo Sáenz, desenterró ayer el fantasma de las fusiones bancarias transfronterizas. Es más, apostó por una oleada de este tipo de operaciones a medio plazo. Y lo hizo con argumentos de peso. En su opinión, la coyuntura económica no facilita grandes crecimientos orgánicos. Ello provocará que tanto el sector industrial como el bancario tengan un 'exceso de capital' y que se vean con músculo para emprender un aumento de tamaño vía adquisiciones.
El segundo razonamiento esgrimido por Sáenz es que 'una mayor integración' del sector bancario europeo permitirá aumentar la competitividad europea frente a Estados Unidos, cuya economía está en plena rampa de salida hacia su recuperación definitiva. Ahondando en la idea de recortar diferencias entre la Unión Europea y Estados Unidos, el alto directivo del SCH explicó que la homogeneización de los criterios y principios contables de los distintos países europeos, a partir de enero de 2005, permitirá una comparación equiparable de entidades no sólo en Europa sino también con los grandes monstruos norteamericanos. Unos cambios contables que, además, permitirán aumentar la valoración de los bancos del Viejo Continente frente a los estadounidenses. Para culminar el cuadro, Sáenz dio una última y singular pincelada: el Barclays ya ha comprado un banco en España, el Zaragozano, y aspira a hacerse con el control de otro, el Atlántico.
Una reflexión tan seria, contundente y fundamentada de un banquero de la categoría de Alfredo Sáenz, curtido en mil batallas y sabio administrador de sus palabras, no es baladí. Más bien parece un mensaje. Tal vez el del pistoletazo de salida de la segunda gran etapa de la reconversión bancaria europea, una vez emprendida y desarrollada la de las fusiones nacionales. Y a un banco como el Santander y a un presidente como Emilio Botín nunca les ha gustado llegar tarde a estas grandes citas.