Vía libre al tren privado
Los aires de liberalización ferroviaria que soplan en España han de ser bienvenidos. El fin del monopolio del tren debería dar un impulso definitivo al transporte de viajeros y, todavía más, al tráfico de mercancías, la gran asignatura pendiente. El servicio ferroviario español ya es excelente en segmentos muy concretos, como el AVE Madrid-Sevilla y las líneas de cercanías de algunas grandes ciudades. Pero es necesario y urgente extender esta excelencia al resto de los servicios.
El proceso que ahora culminará a través de la tramitación final de la Ley Ferroviaria crea una red estatal y una operadora pública que nace más o menos saneada, pero que en el futuro tendrá que vérselas con otros operadores entrantes. Y ahí está una de las grandes incógnitas del futuro del ferrocarril en España: ¿habrá nuevos operadores dispuestos a competir con un monopolio en presunta desaparición?
La clave del nuevo sistema radica, sobre todo, en la carga financiera que tendrá que asumir el nuevo ente administrador de la infraestructura, el ADIF, y la que recaerá en la operadora pública, la nueva Renfe, que se refunda después de 60 años como monopolio.
España pone en marcha la liberalización del sistema ferroviario con retraso respecto a otros países europeos. Esto significa que la Administración está obligada a soslayar los errores cometidos por otros Gobiernos en este campo, pero también hace más necesaria aún la reforma. La nueva ley, sin embargo, rezuma todavía un elevado grado de intervencionismo.