La patronal de la banca critica los requerimientos de capital Basilea II
La banca española ha comunicado al Comité de Supervisión Bancaria de Basilea su preocupación porque el Nuevo Acuerdo de Capital afecte negativamente a su negocio latinoamericano. La Asociación Española de Banca (AEB) afirma en un informe remitido a este organismo que 'la exigencia que impone Basilea II de aplicar un porcentaje del 99,9% en relación al riesgo crediticio cuando se usan modelos internos es demasiado alta para las entidades financieras que operan en países emergentes', principalmente BBVA y SCH, con fuertes inversiones en Latinoamérica.
La patronal bancaria agrega que 'para las instituciones financieras con intereses en países emergentes, la propuesta actual niega el efecto positivo, en términos de diversificación, que tienen estas inversiones en las carteras crediticias'.
El Nuevo Acuerdo de Capital, que en 2007 actualizará la versión de 1988, prevé, entre otras cuestiones, que los bancos puedan establecer sus propios modelos internos de medición. Para ello se tendría en cuenta, además, la composición de la cartera de activos del banco. Es decir, que habría algunos negocios que requerirían más capital y otros que requerirían menos -las tarjetas o el arrendamiento financiero (leasing)-. En opinión de la AEB, según el documento remitido al BIS que el organismo radicado en Suiza colgó ayer en su web, los dos problemas descritos -los excesivos requisitos de capital para las inversiones en países emergentes y la escasa consideración a la diversificación- pueden tener, 'incluso, efectos no deseados sobre estas economías'.
'Las excesivas exigencias de capital para invertir en países emergentes tendrá efectos perversos sobre estas economías'
Estos no son los primeros peros que pone la AEB ante el Acuerdo de Capital. En las alegaciones a los primeros borradores, la patronal bancaria AEB consideraba que las normas perjudicaban a la banca comercial y tenían efectos perversos sobre las pymes.
Por ello, los bancos españoles participaron muy activamente en el diálogo del sector con el Basilea y desplegaron una considerable actividad internacional en defensa de sus puntos de vista. Así, consiguieron retoques considerables en la ponderación de riesgos de las pymes para que no salieran perjudicadas.
Las quejas recientes de la AEB, además de por el negocio en países emergentes, vienen del tratamiento de las participaciones en empresas. La patronal cree que poseer grandes carteras industriales será penalizado por Basilea II. Reclama que se apliquen criterios de mercado para la medición de riesgos, en vez de criterios de riesgo crediticio. Estos requisitos deberían ser lo más laxos posible e incluir como única condición que esta exposición se anote en libros. Este aspecto es relevante, según la AEB, dada 'la peculiaridad del sistema bancario español, con importantes participaciones en compañías no financieras'. Las nuevas normas de contabilidad internacional (IAS) también afectan a la cartera industrial de la banca española, al consolidar los beneficios de sus participadas sólo si controlan el 20% y no el 3% como actualmente.
Más flexibilidad en las nuevas normas contables
La banca europea parece haber dado un paso adelante en su lucha contra parte de las nuevas normas de contabilidad. El organismo internacional encargado de elaborar la nueva normativa relajará los requisitos para informar sobre el uso de derivados, según informa el diario Financial Times.El IASB permitirá que las entidades lleven a cabo el procedimiento conocido como macro hedging o arbitraje, en el que se tienen en cuenta elementos macroeconómicos el arbitraje es una operación de cobertura del riesgo que consiste en crear carteras compuestas con activos en posición contraria a la original. El organismo regulador había optado hasta el momento porque los bancos contabilicen sus derivados a precio justo de mercado, lo que se conoce en inglés como fair value.Sin embargo, después de haber mantenido conversaciones con la Federación Bancaria Europea, todo parece indicar que el IASB abrirá la mano y permitirá que apliquen nuevos sistemas de arbitraje, algo que puede ser vital para las entidades.No en vano esta práctica permite que las entidades puedan eliminar buena parte de la volatilidad en sus balances. Siempre y cuando lleven a cabo una gestión del riesgo efectiva.
El controvertido proceso de poner de acuerdo a la banca
La aspiración del Banco Internacional de Pagos de imponer unos estándares mundiales sobre requerimientos de capital a todas las entidades del planeta está resultando ser tan complicada como se imaginó desde el principio. Cuando Basilea II entre en vigor, parece que finalmente en 2007, el acuerdo habrá superado un largo y controvertido proceso que ha obligado al BIS a realizar constantes revisiones y a ser más flexible en el calendario y en los criterios.La decisión de la Reserva Federal norteamericana de exigir sólo la aplicación de los nuevos requerimientos a los bancos estadounidenses que tengan gran actividad internacional hace, además, que el acuerdo pierda su espíritu inicial de convertirse en un conjunto de normas homogéneas en todo el mundo. Las críticas al acuerdo de Basilea II empezaron casi desde el momento en que se publicó el primer borrador sobre los nuevos requerimientos de capital, en enero de 2001. El texto provocó la indignación de las pequeñas y medianas empresas, cuya capacidad de financiación, se pensaba, se vería seriamente dificultada. Hubo incluso una intervención al más alto nivel político, del canciller alemán Gerhard Schröder, que cuestionó un modelo de gestión financiera, a su entender, poco respetuoso con el tejido industrial.Este temor por las pymes fue también el motivo de principal queja de la banca española. Precisamente bajo la presidencia española de la UE, en el primer semestre de 2002, se decidió someter a un escrutinio detallado el nuevo acuerdo. La Cumbre de la UE celebrada en Barcelona exigió un informe sobre las consecuencias de Basilea II, mientras que el BIS se quejaban de la tentación política de interferir en el proceso. Las reticencias no terminaron ahí. En los últimos meses, el futuro acuerdo ha chocado no sólo con las críticas de los principales bancos minoristas europeos, sino con las de los mayores bancos de inversión de Estados Unidos.