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Columna
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Valor y límites de la tecnología

Uno de los rasgos del proceso de desarrollo económico actual es la rapidez con que los países emergentes pueden asimilar la tecnología existente. Japón en su momento, Corea y Taiwan más tarde, y China en la actualidad evidencian que en pocos años puede darse un salto cualitativo que permite pasar del subdesarrollo a ser exportador mundial de productos industriales.

Los países que han dado ese paso son competidores temibles para los países con industrias de tecnología media. La frase de un directivo italiano, 'cuando China entra…, Italia sale', es expresiva. Las empresas de los países industrializados reaccionan con mejoras de calidad e innovaciones que, a su vez, son copiadas con rapidez, lo que inicia una carrera sin fin en donde el desenlace parece del lado de los nuevos entrantes, ya que tienen una tecnología similar, pero ventajas de costes laborales, más flexibilidad y una regulación menos onerosa. Para los países que desarrollan la tecnología y producen la maquinaria que la incorpora, ese problema no existe, se limitan a vender sus máquinas a quien las puede pagar. La diferencia entre ser productor de la tecnología o mero usuario define el mercado en que se trabaja, el valor añadido que se obtiene y, en última instancia, el nivel de vida de un país.

Se puede competir en mercados sin fidelidad de la clientela y abiertos a cualquier nuevo entrante, pero para eso hay que hacer desarrollos tecnológicos continuos y, si se puede, centrarse en actividades en ámbitos nuevos en los que el valor añadido es más alto. El problema radica en la capacidad para hacerlo, que requiere mucho más que voluntad. Sin avance científico, concreciones técnicas y aplicaciones empresariales, hablar de cambio de modelo es sólo palabrería. Llevarlo a la práctica exige ligar el avance científico con su plasmación productiva, de modo que tanto las universidades y centros de investigación como los institutos técnicos tengan una relación estrecha con las empresas.

Cada uno de estos tres pilares debe dotarse de una orientación adecuada, por ejemplo, aumentar el interés de quienes trabajan en el avance del conocimiento de la naturaleza, y el de los que lo impulsan y financian, por sus implicaciones en el cambio de la realidad productiva aceptando que la investigación aplicada aporta conocimientos relevantes. Los tecnólogos deben acercarse a la sensibilidad del mercado y las empresas, ser capaces de aprovechar la ampliación de oportunidades asociada a cada cambio técnico. La cultura empresarial debe impulsar el cambio continuo a través de potenciar las iniciativas viables de todos sus empleados, motivando e incentivando las sugerencias, lo que es más fácil en una sociedad exigente y con predisposición favorable a la novedad.

Cuando se dan estas circunstancias, puede conseguirse un número de patentes e innovaciones mayor al que correspondería a una determinada asignación de PIB a la financiación de I+D, lo que ha ocurrido durante años a Japón en comparación con el mayor gasto de EE UU en estos conceptos.

Muchas innovaciones permiten la captura de los más avanzados con menor coste y tiempo. Por ejemplo, la transmisión sin hilos que ahorra el coste del cableado. Sin embargo, es normal que el avance científico y el técnico sea más rápido que la capacidad de asimilarlo, y eso puede llevar a que la aceptación social de lo nuevo sea difícil, al punto de que pueda retrasarla y en algún caso extremo impedir su aplicación. El abanico de casos es amplísimo, desde el temor a la alegada peligrosidad de las radiaciones electromagnéticas de las líneas de alta tensión hasta la movilización contra las antenas de telefonía móvil o el miedo a los productos transgénicos. Cuando esto ocurre, hay demoras en las autorizaciones administrativas que son costosas porque la inversión ya se ha hecho sin que se pueda iniciar su recuperación. Las consideraciones éticas son un tema con diferencias cualitativas y que sólo importan en algunos países desarrollados, pero sus implicaciones son importantes, pues, si hay restricciones a la investigación con células madre procedentes de embriones humanos, las empresas con capacidad de realizar el trabajo lo realizarán en países que no pongan trabas, con la consiguiente pérdida de empleos cualificados.

Para potenciar el avance en el conocimiento y su aplicación, hay que atender a su dimensión humana formando a la opinión pública, facilitando la relación de los profesores universitarios con las empresas (entre otros medios con estancias de prácticas), generar una estructura de incentivos que vincule la financiación pública a centros de investigación básica con los convenios que consigan para su aplicación y hacer que las empresas tengan como objetivos estratégicos logros en su conocimiento e innovación.

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