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La opinión del experto
Tribuna
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Trabajamos con el monstruo

Jean Ziegel, sociólogo y politólogo suizo, cuenta en uno de sus libros cómo en 1964, cuando era estudiante, fue chófer del Che Guevara durante las dos semanas que duró la Conferencia Internacional del Azúcar de Ginebra. El Che actuaba allí como jefe de la delegación cubana. Cuenta Ziegel que el último día, cuando le llevaba al aeropuerto, se armó de valor y le dijo: 'Comandante: quiero ir con usted a Cuba'. Cuenta Ziegel que eran las cuatro de la madrugada, que se veían todas las luces de Ginebra, de las joyerías y de los bancos. Y cuenta Ziegel que, ante aquel ruego, el Che le contestó: 'Has nacido en el cerebro del monstruo: es aquí donde tienes que trabajar y combatir'.

'Creí que me tomaba por un pequeño burgués del que nadie necesita nada; me sentí humillado. Pero si hoy miro hacia atrás, sé que tenía toda la razón: creo que he ayudado más desde las entrañas del monstruo', relata Ziegel. Han pasado casi 40 años de ésta anécdota. Han pasado muchas cosas desde entonces (el Che murió y una de sus obras, la revolución cubana, hoy no es más que una triste anécdota sin capacidad de trasformar nada). Pero hoy, en el ámbito económico y empresarial, un movimiento destaca sobre todos: la globalización política, económica y mediática. æpermil;sa es ya una realidad incontestable. Y ése es el monstruo de nuestros días que, como a los trasatlánticos, no se les puede parar. Sólo se les puede gobernar desde dentro; desde su cerebro. Si ésta es la tesis, ¿qué tiene ésto que ver con la gestión empresarial? ¿Qué tiene que ver ésto con nosotros? ¿Qué tiene que ver con su empresa, con sus colegas? ¿Qué tiene que ver con nosotros? Pues aunque no lo crea, aunque pensemos que la globalización nos queda bastante lejos, el monstruo no esta lejos. El monstruo no le es ajeno: estamos dentro de él y, además, somos parte intrínseca suya.

¿Por qué estamos dentro? Para empezar, si tiene el oído bien abierto se habrá dado cuenta de que en los últimos tiempos se están levantando voces en torno a conceptos como la ética, los valores, la responsabilidad social, la acción social. Hasta en la televisión habrá visto anuncios sobre el desarrollo sostenible. No quisiera hacer aquí una teórica sobre estos movimientos, pero hay toda una larga serie de iniciativas, públicas y privadas, que han intentado establecer criterios de gestión, y de medida, de aspectos relacionados con los aspectos sociales, laborales y medioambientales en el seno de las empresas.

A escala nacional hay que citar las iniciativas del Parlamento, del Gobierno y de buena parte de las fuerzas sociales -desde los sindicatos hasta la CEOE, pasando por un buen número de ONG- en materia de responsabilidad social corporativa. Incluso en el plano de financiero, en los últimos años han proliferado índices bursátiles que cotizan sobre valores éticos o responsables como el Dow Jones Sustainability Index (creado en septiembre de 1999), el FTSE4Good (lanzado en 1997 por Financial Times junto con Unicef) o el Domini Social Index (puesto en marcha en 1989 para el análisis de las 400 principales corporaciones estadounidenses).

Eso es lo que está pasando desde el punto de vista macro. Y todo esto, ¿cómo nos afecta en el día a día de nuestros trabajos ? Pues más de lo que podamos llegar a pensar. Para empezar, en nuestras manos está la posibilidad de comenzar a aplicar en nuestro ámbito de trabajo, por pequeño o grande que sea, el principio básico de toda actuación ética o responsable: actuar con los demás como quisiéramos que se actuara con nosotros mismos (traducción simplista del imperativo categórico de Kant). Y para terminar, en nuestras manos está la posibilidad de ir creando procesos de trabajo, y de negocio, en los que el compromiso con lo laboral, lo social y lo medioambiental no sea cosa de los demás, sino algo vivido e incorporado en su día a día. El compromiso es tan simple como no presionar para reducir un permiso de maternidad o tan complejo como diseñar formas de trabajo que permitan trabajar duro y disfrutar de la vida personal y el tiempo libre.

Somos parte intrínseca del monstruo, somos células de monstruo. Demos gracias por ello. Si tiene un trabajo que le permite desarrollarse y sacar adelante a los suyos desde él; si se relaciona cada día con clientes, empleados, proveedores y asume con ellos compromisos y obligaciones; si cuenta con algunas obligaciones financieras (créditos, alquileres...) que le detraen parte de sus ingresos; si paga todos sus impuestos; si usted, en última instancia, no es un antisistema militante... entonces dé gracias por pertenecer al monstruo.

Y dé gracias, también, por poder trabajar desde su interior para hacerlo más humano, para hacerle responsable, para hacerle humillar -como a los toros de casta- para que atempere su embestida y sacar de él una buena faena. ¿Se imagina viviendo fuera del monstruo? ¿No sería acaso un monstruo infinitamente mayor?

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