La nueva estadística pide paso
El impulso que dio el lunes a Wall Street el índice manufacturero del Estado de Nueva York ha levantado una polvareda sin precedentes entre analistas, observadores y sabios en general. Un dato de cuarta división, una cifra muy localizada y sin posibilidad alguna de ser extrapolable, aupó la Bolsa de Nueva York y ésta al resto de las Bolsas del mundo.
Los analistas más fríos y rigurosos aún se frotan los ojos. La polémica sigue viva y, lo que es más importante, existe un corifeo de agitadores que valida al máximo este indicador, hasta encumbrarlo.
¿Qué sucede en los mercados del mundo? Que alguien, quizá los propios mecanismos insondables, están imponiendo nuevas reglas de juego, nuevas fórmulas de apreciación de las tendencias, nuevas unidades para medir y pesar las cosas. Algo así como librarse de ataduras del pasado, porque éstas sólo conducen a la baja a los mercados.
Si los inversores o especuladores actuales estudiasen los índices y empresas con criterios de contabilidad generalmente aceptados, la Bolsa sufriría un batacazo espectacular, principalmente la estadounidenses, cuyos múltiplos han vuelto a las 40 veces.
Por eso hay que buscar nuevas estadísticas, referencias de moda que, como ya sucediera con la burbuja de la nueva economía, sean capaces de seducir a los millones de inversores que esperan con el dinero en la mano oportunidades de enriquecerse. Y si es rápido e intenso, mejor.
Sucede que hay pocas estadísticas que alumbrar a corto plazo salvo que se desmenucen y diseccionen con detenimiento los hábitos y tendencias del consumo. Por ejemplo, la ratio de ventas coches nuevos-usados en Indianápolis, la venta de aparatos de aire acondicionado en Miami, el consumo de tomate enlatado en Orlando o el índice de confianza de la Universidad de Alaska, que Michigan no tiene por qué tener la exclusiva de manera eterna. Son los nuevos tiempos.